Continuidad, anclajes, núcleos comunes, tensiones e interpelaciones entre Laudato Si’ y Fratelli Tutti
El aporte de Factor Francisco a la #SemanaLaudatoSi
Laudato Si es la encíclica más conocida de Francisco. Los motivos son muchos, y también múltiples las iniciativas que con diversa suerte la toman y la reponen para la reflexión tanto dentro como fuera de la Iglesia. El documento es trascendente y probablemente haya que verlo como un hito del siglo XXI, de la cuestión ambiental y de la historia de la Doctrina Social de la Iglesia también. La #SemanaLaudatoSi es uno de esos eventos.
Con oportunidad de esto, y continuando con nuestro énfasis muy fuerte en plantar bandera con Fratelli Tutti, su última Encíclica, hacemos el ejercicio de leer el gran documento sobre el cuidado de la casa común desde la perspectiva de la fraternidad y la amistad social. O sea: Laudato Si’ desde, con y ante la potencia de la Fratelli Tutti. Conectar, pero al mismo tiempo interrogar a la primera desde la segunda.
De todas las interpelaciones de Francisco, que son muchas y no todas ellas documentos, Fratelli Tutti, además de ser la última, es la encíclica de la pandemia, de un momento crítico. Por motivos diversos, y no solo porque es reciente, es probable que FT cueste más. Nuestra hipótesis: es más potente. Y eventualmente es más incómoda. Va al núcleo de lo que pasa y contiene el corazón del pensamiento de Francisco.
Hacemos un recorrido en cuatro tiempos: las continuidades, el anclaje, los núcleos – la raíz cuadrada- y las interpelaciones. Es una manera de articular y de recrear la conversación que podemos y debemos hacer sobre Francisco. Por dos motivos: porque corresponde recoger la doctrina en forma de conversación compartida, y porque hay que transformarla en acción, en implicancia. La doctrina ha de plasmarse en su momento -lógico, cronológico y ”de fuerza”- como criterio de acción e intervención, por la ciencia del discernimiento. Nosotros elegimos discernir conversando.
CONTINUIDADES / COHERENCIAS
Escala universal, horizonte común
En primer lugar: la escala. Que es la escala universal, que es la escala de un Papa, que es la función del pontífice, de Roma, que mira a la humanidad en conjunto, por lo menos desde el Vaticano II. En los subtítulos de ambas encíclicas queda ya de manifiesto: cuidado de la Casa Común, la tierra. Y Hermanos todos, que es sobre la fraternidad universal, la de “tutti”. Los dos textos tienen en su estructura y su horizonte una escala común. De eso se tratan las encíclicas. Pero también esto: a lo largo de ambos textos hay una preocupación sobre cómo se conjuga lo global y la estructura, con lo local y las subjetividades.
Cada una tiene su acento particular. En la Laudato Si’ la escala manifiesta y exigida por la crisis socio ambiental, ecológica, y en Fratelli Tutti, en la convivencia entre pueblos, entre todas las personas. Esto último con énfasis en la instancia más propiamente política, la cuestión de la polis, de lo que tiene que ver con los hombres y mujeres que habitan un espacio compartido y un tiempo común. Uno en peligro, el otro exigiendo.
Ecología – Economía
También se puede advertir un acento en la cuestión de la casa en sus dos acepciones o declinaciones: ecología y economía. Oikos: la ecumene, la casa común, el lugar donde podremos -o no- vivir juntos
Entonces, el doble problema de lo común: la naturaleza, pero también la administración de los bienes, su reflejo y corazón en cómo nos vinculamos. La administración de los bienes de la casa.
A lo largo del pensamiento de Francisco, esto está muy claro: en Laudato Si’ aparece la necesidad de pensar la ecología y la economía como dimensiones conjuntas, mientras que en la Fratelli Tutti, vuelve a plantear que la lógica de la economía debe subordinarse a la de la política.
Francesco: del hijo del mercader a hermano universal
Francisco de Asís es el otro elemento común, producto -obviamente- del nombre que ha elegido el Papa para sí y para nombrar lo que implica su papado, su tiempo histórico y el mensaje que viene a dar al mundo y a occidente. Cada encíclica retoma dimensiones muy características de San Francisco de Asís: el tema de la naturaleza y el vínculo con la casa común, y la fraternidad universal, el diálogo interreligioso, el encuentro –sobre todo- con el mundo islámico..
Invitación y advertencia: lo que (nos) concierne a todos
La continuidad entre ambas encíclicas es también un completamiento y una insistencia. Fratelli Tutti es una invitación y es una advertencia: el cuidado de la casa común ha de ser entre pero también para todos.
Y aquí aparece el problema de “todos”, que es central en Francisco: en Fratelli Tutti, el “todos”, tutti, es más importante que el “fratelli”. Es el diferencial. Aquí reside la continuidad pero también la profundización de la advertencia ante la crisis ecológica y social de Laudato Si’. En la nueva encíclica la música y el acento es: “fratelli”, pero -atención- “tutti”. Porque no se trata ni alcanza con hermanarnos entre los que somos amigos, iguales, equivalentes, ya considerados humanos en el reconocimiento. El tema es ese “tutti”, el alcance, los contornos y la exigencia que implica ese “todos”. Se refiere a una universalidad con desafíos sociopolíticos, más allá de las fronteras del contrato social vigente. Más allá de la moderna idea de ciudadanía. Del mismo modo que Laudato Si’ abre una puerta a que la tierra tiene derechos, una cuestión que está en ciernes en nuestra cultura, y que supone que hay derechos que no son sólo de las personas humanas. Fratelli Tutti advierte que no todos son considerados igualmente humanos en la configuración actual de nuestras sociedades, los bloques mundiales, los estados, la globalización y los sectores sociales están fragmentados de un modo asimétrico y excluyente que no se sostiene. Francisco advierte sobre los límites de los derechos y pone un acento de fuerza que debe reformarlo y ampliarlo.
Francesco y la fraternidad: los fracasos de la modernidad
Pero hay una continuidad aún más “francisquita” del Papa venido del sur, que es un núcleo muy central, a veces no explícito pero de todos modos evidente o por lo menos muy significativo si se lo ve así: Francisco insiste e indaga con fuerza en los momentos donde la modernidad se frustró. La referencia -desde su nombre y en su magisterio y pastoral- al santo de Asís, resuena en ese mundo que va del 1000 al 1300, los tiempos de Francesco. Allá lejos, como el prefacio de la modernidad y del capitalismo. Muchos han visto a Francisco de Asís como un antecesor del renacimiento, y el renacimiento viene a ser semilla de la modernidad y de algún modo también del capitalismo.
La figura de Francisco de Asís puede verse en ese punto, en una inflexión anterior, en un prefacio de lo que después fue la modernidad. Escuchemos allí el bello cántico de las criaturas, “laudato si -alabado seas- mi señor por el sol”… Pero también veamos que antes, Francesco se ha desnudado de las ricas ropas de su padre y de su clase, renunciando a vivir como un mercader.
Mirando en retrospectiva, en su potente maravilla casi de fábula, hay cierta nostalgia que puede movilizarnos en Francesco, y también entusiasmarnos. Porque lo que vemos ahora es que, de algún modo, aquel impulso de pobreza libre y alegría desbordada ha quedado sepultado por la lógica del lucro, el cálculo y la acumulación.
Hay en la figura de Francesco una frustración que puede traer una fuerza. Algo similar sucede con la idea de “fraternidad”, la “hermanita perdida” del trilema de la revolución francesa, ese otro gran hito de la modernidad: libertad, igualdad y fraternidad. Libertad e igualdad siguen luchando conceptualmente para definir las lánguidas democracias del siglo XXI y el feroz capitalismo del tercer milenio: más igualdad o más libertad. De hecho aquí, en Argentina, vemos ese debate hoy mismo, al cien por ciento. Pero la fraternidad quedó atrás.
En Francesco y en la fraternidad, una frustración y una fuerza se ponen otra vez en juego, un momento de fuente-creación de la modernidad. Algo se perdió y quizás hay que recuperarlo.
El Papa, Francesco, Hobbes y los hombres lobo
En ese punto es donde insiste Francisco. Hay una figura, una imagen, que también es un poco una fábula, de Francesco y el lobo. Muchos conocerán la historia. Ahí aparece una interpelación también a la política de la modernidad, y conecta Francisco de Asís con Hobbes: si acaso el hombre es o no el lobo del hombre. Hay algo en esa fábula que podemos ubicar en estos términos: “El Papa argentino, Francesco de Asís, Hobbes y los hombres lobo”.
El contrato social de la modernidad al mismo tiempo no da más, pero puede ser recreado. Volvamos a las fuentes.
ANCLAJES / ARRAIGO
Soberanía
Urgen acuerdos internacionales que se cumplan, dada la fragilidad de las instancias locales para intervenir de modo eficaz. Las relaciones entre Estados deben resguardar la soberanía de cada uno, pero también establecer caminos consensuados para evitar catástrofes locales que terminarían afectando a todos. Hacen falta marcos regulatorios globales que impongan obligaciones y que impidan acciones intolerables, como el hecho de que empresas o países poderosos expulsen a otros países residuos e industrias altamente contaminantes.
Laudato Si, 173
Esto supone además otra manera de entender las relaciones y el intercambio entre países. Si toda persona tiene una dignidad inalienable, si todo ser humano es mi hermano o mi hermana, y si en realidad el mundo es de todos, no importa si alguien ha nacido aquí o si vive fuera de los límites del propio país. También mi nación es corresponsable de su desarrollo, aunque pueda cumplir esta responsabilidad de diversas maneras: acogiéndolo de manera generosa cuando lo necesite imperiosamente, promoviéndolo en su propia tierra, no usufructuando ni vaciando de recursos naturales a países enteros propiciando sistemas corruptos que impiden el desarrollo digno de los pueblos. Esto que vale para las naciones se aplica a las distintas regiones de cada país, entre las que suele haber graves inequidades. Pero la incapacidad de reconocer la igual dignidad humana a veces lleva a que las regiones más desarrolladas de algunos países sueñen con liberarse del “lastre” de las regiones más pobres para aumentar todavía más su nivel de consumo.
Laudato Si, 125
El tema de la soberanía y el sujeto, el agente de la acción. La responsabilidad. ¿Dónde reside la soberanía? ¿Cómo se construye, especialmente en la modernidad, la soberanía y la legitimidad de un orden social? ¿Cómo se fundamenta ese orden más allá y por fuera de la religión?
Cuando tratamos de ver cómo se anclan y cómo se arraigan en cuestiones más concretas los planteos de la Laudato Si’, aparece el dilema de cómo se vincula una agenda global que está por encima o al menos más allá de las fronteras de la soberanía de los Estados. La crisis ecológica trastoca y fuerza las unidades políticas y las formas políticas vigentes. El modo en que se organizan y se ordenan los pueblos y las sociedades. Y aquí surge cierta incertidumbre respecto a cómo opera la agenda global, socioambiental, en un plano muy compatible con la globalización, el neoliberalismo y algunas formas e instituciones de escala global, que entran en colisión o no pocas veces intentan degradar la soberanía nacional en favor de los intereses de poderes que poco tienen que ver con la dignidad y bienestar de los pueblos.
En este momento es muy clara la hegemonía neoliberal y el protagonismo de los fondos de inversiones globales que se mueven e inciden indistintamente en múltiples latitudes. Por eso insistimos en la necesidad de hacer un esfuerzo permanente por ver cómo arraigar, cómo anclar la valiosa tarea del cuidado de la casa común con la cuestión del soberano, y en particular de la soberanía popular.
En definitiva, muchas veces la sensación que puede quedar es que esta agenda verde puede terminar en algún punto socavando procesos de empoderamiento popular. Porque, en las periferias, a las que les podemos poner nombres propios o definir territorios concretos, la cuestión de los recursos naturales es una de las fuentes de recursos inmediatos, sea esto para la concentración y extranjerización de la ganancia o bien para la redistribución -siempre parcial- en poblaciones empobrecidas y urgidas. Es por esto que en estas periferias, dependientes y con economías reprimarizadas, la discusión termina centrándose no en el modo de preservar el ambiente y la biodiversidad, sino en cuál es la capacidad que tienen las sociedades de apropiarse de la renta proveniente de la explotación de los recursos estratégicos.
Por eso es tan valioso el aporte de Francisco, en Laudato Si’ y más explícito aún en Fratelli Tutti, respecto al derecho de los pueblos, en tanto señala la necesidad de que haya no solamente pueblos en abstracto sino organización popular, capaz de poder incidir en esas disputas. Sin pueblos organizados y con conciencia de sus intereses, los planteos en relación al cuidado de la casa pueden terminar como consignas bellas pero muy alejadas del bienestar real de los pueblos y el resguardo efectivo de la naturaleza.
EL NÚCLEO, O LA RAÍZ CUADRADA, PARA POTENCIAR LO NUEVO
Pueblo
«Se olvida que «no existe peor alienación que experimentar que no se tienen raíces, que no se pertenece a nadie. Una tierra será fecunda, un pueblo dará fruto, y podrá engendrar el día de mañana sólo en la medida que genere relaciones de pertenencia entre sus miembros, que cree lazos de integración entre las generaciones y las distintas comunidades que la conforman; y también en la medida que rompa los círculos que aturden los sentidos alejándonos cada vez más los unos de los otros»
Fratelli Tutti, 53
Para nosotros, el principal núcleo conceptual de Francisco es la noción de pueblo. Su categoría maestra La realidad del pueblo y los pueblos. Eso responde a una pregunta que puede surgir al mirar todo su lineamiento: ¿Cuál es el ancla? El ancla es la advertencia, el señalamiento, lo que permite realmente que la cosa no se pierda en la tempestad. La noción de pueblo como ancla está en cada una de las encíclicas, pero en Laudato Si se ha tendido a desdibujar en lo que fue su recepción. Laudato Si’ ha sido muy proclive a ser apropiada por un ecologismo light. Eso es así por una gran ventaja que tiene la encíclica: genera una gran apropiación. Pero en esa apropiación también ha caído en la deriva del oso panda y en las fórmulas del tipo “las 100 cosas que puedes hacer para salvar el mundo”. Entonces, hay un pedido a los niños para pedirles que reciclen y hagan compost, pero un silencio excesivo respecto a las responsabilidades de las corporaciones y las exigencias políticas de una transición socioambiental.
Más acá: el pensamiento de Francisco como planteo antiutópico
«Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en «el campo de la más amplia caridad, la caridad política». Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. Una vez más convoco a rehabilitar la política, que «es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común»»
Fratelli Tutti, 180
Esa advertencia está en Laudato Si, mientras que en Fratelli Tutti la advertencia es respecto a la universalidad de la dignidad humana y el reconocimiento de derechos para todos. Pero, además, Fratelli Tutti le advierte a Laudato Si’ que el ancla pasa por la idea, la categoría, pero sobre todo la realidad de los pueblos, todos y cada uno, tal como son. El ancla marca el no utopismo y el no romanticismo de Francisco. Invita a ser ambiciosos, más que utópicos. No dice como el Foro Social Mundial “otro mundo es posible”. Lo que dice es “hay que cambiar este”. Es antiutópico. Es acá y ahora. Es recomenzar en este espacio otro tiempo.
Por eso advierte que hay que empezar desde y con los pueblos tal como son, con toda su potencia y con toda su crudeza. Solo así será recomenzar con todos. No hay alternativas para algunos: cristianos que reciclan, indígenas exóticos o yupies ecofrendlys. Francisco es encarnacionista y quizás de acento inmanentista. No alternativista. Su planteo es político. Por eso creemos que hay que poder rastrear en sus planteos una preferencia por la imperfección, incluso por la mugre de la política, antes que por la pureza inofensivas de las alternativas. No hay dudas de que es fundamental reciclar y que crezca una economía circular, pero siempre y cuando que eso esté encarnado en la crudeza y en la potencia de lo real, de la fuerza de los pueblos tal cual son. Más allá de la función que puedan tener ahí los pocos, las minorías, las comunidades, que lideran y que avanzan. Porque en Francisco está también la certeza que los que puedan avanzar o liderar lo harán porque están con el pueblo y lo consultan, y no porque sean lúcidos, lindos y buenos. Por eso vale volver a preguntarse por la soberanía de los pueblos, y su rol clave en lo que refiere a la defensa de los recursos naturales.
El año pasado, la primera actividad que hicimos en el marco de la #SemanaLaudatoSi fue con Alcira Argumedo, justamente para poner el foco de la reflexión en torno a la dimensión de los recursos naturales. Más allá de que su análisis abarcaba el pensamiento nacional y la reconstrucción de una larga memoria del pueblo latinoamericano, hizo hincapié en la necesidad de pensar Laudato Si’ estrechamente vinculada a los desafíos que tenemos en Argentina y América Latina de poder ordenar, disciplinar y conducir el modo en el cual se defiende y administra la gran riqueza natural de América Latina. Porque el problema, histórico y actual -sobre todo cuando se discute quién y cómo va a pagar la irresponsable e ilegítima deuda externa contraída- es que la abundancia de nuestra tierra, sea el petróleo de Vaca Muerta, el litio jujeño o la abundancia del acuífero guaraní, sigue siendo la garantía de pago que figura en varios de los títulos de deuda.
Por eso, para tener una mirada política del desarrollo, no sólo diagnostica, ni alternativista y tampoco utópica. Más bien, ocupada de construir fuerza popular para conducir estos procesos, hay que pensar la Laudato Si’ de la mano de lo que representan los recursos naturales en las discusiones económicas, financieras e inmediatas de Argentina o de todas las periferias en relación al centro. Lo que no nos puede pasar es que esta agenda de demandas ambientales, que es real, urgente, necesaria y para la cual aún sigue latente la construcción de una política seria desde el campo popular, esté desvinculada de una comprensión respecto a esas disputas económicas concretas y acuciantes. Es parte de la complejidad y del desafío, porque sino esas demandas terminan impactando en los procesos de construcción de fuerza popular capaz de incidir en la estatalidad, modo privilegiado de disciplinar a esos otros agentes corporativos -y generalmente foráneos- que tienen intereses muy concretos sobre la riqueza de la tierra que pisamos acá en Argentina, y en toda América Latina.
Política real, sin romantizar
Y así llegamos al núcleo económico y político de la ecología y de la fraternidad. No debemos romantizar ninguna de ambas cosas. Es preciso estar atentos a la inercia de diluirlos en un comunitarismo voluntario o en un consenso vacío.
Economía y ecología vienen de “oikos”, que es casa. Y casa en latín se dice “domus- el reino de lo doméstico. Y ahí vienen dos palabras que en general no las asociamos. “Don” y “doña” vienen de “domus”, pero “dueño” también. Entonces ahí está en juego el cómo vivir en familia, como hermanos y hermanas, pero al mismo tiempo está el tema de la propiedad. La economía y la convivencia, la economía y ser familia. Hay una cuestión muy fuerte, y contradictoria, no fácil de resolver, porque está atravesada por el poder. En el tema del cuidado de la casa común, Laudato Si’ señala muy claramente esto que está en el Génesis de la Biblia. En los dos relatos de la creación está el problema de la ecología y de la economía. Uno dice “dominarás la tierra”. El otro “cuidarás el jardín”. Y ahí, en dominar y cuidar, está el tema de ecología y la economía, de ser hermanos pero también dueños. Esa tensión es muy fuerte.
Francisco en la clave del Islam
Someterse al amor: núcleo de la fraternidad y del cuidado común de la casa de todos.
En estos días en que está tan presente para todos la cuestión de Palestina, vale pensar estos puntos en relación con lo que podría presentarse como el núcleo musulmán de ambas encíclicas. ¿Por qué el Islam es tan inquietante para el capitalismo? ¿Por qué el Islam le da terror al capitalismo, al punto de llamarlo terrorismo? Lo que el Islam predica es un sometimiento total a la voluntad de Dios, y sólo Dios es Dios. Eso confronta totalmente con la idea de la modernidad que dice que nosotros somos los dioses. La palabra musulmán significa “sometido”. Es una manera de decir sólo Dios es Dios, que los demás somos solo humanos. Dicho en cristiano, el mensaje sería “si sólo Dios es Dios, y Dios me dio todo, todos somos hermanos y la tierra es para todos”. Ahí se resuelve la tensión entre dominio y cuidado. Es para todos porque todos somos hermanos.
El criterio de que todos somos hijos del mismo padre es el criterio de la construcción del pueblo. Y en ese sentido, Francisco también interroga a la modernidad, es pasando por las comunidades internacionales para ir más allá de esto. No son casuales los acercamientos de Francisco al mundo islámico y los esfuerzos por articular los tres grandes monoteísmos. Tiene que ver con decir “¿Qué interroga? Interroga el nihilismo de la cultura contemporánea, que es perfectamente la ideología del capitalismo. El nihilismo parece progresar, pero es capitalismo. O es las dos cosas. Es progresía, pero una funcional a la expansión del capital. ¿Qué dice el nihilismo? Dice que no hay límite y que de todo puedo dudar. “Yo, rey, dudo”. Ese es el núcleo. Por eso, cuando se afirma una verdad con fuerza, y no con nihilismo, enseguida aparece la acusación de “totalitario”. “Cada uno tiene su verdad”, es la frase recurrente. Pero una verdad completamente relativa, la de cada uno, deviene una verdad devaluada. La verdad de una Verdad lo tiene a uno, no uno a ella. Y ahí radica el problema de Dios. Es complicado porque en nombre de Dios se han hecho no solo totalitarismos, sino también masacres. Pero no es casual que las masacres de hoy se hagan en nombre de otro dios, el capital, que dice que todo vale igual. Ahí hay un núcleo que va desde lo que está pasando hoy en Palestina, pero también lo que pasa en Colombia, Chile, y Argentina. Está en lo que dicen los anti cuarentena, los antivacunas, y muchos otros de manera más light, porque es algo que está fuertemente diseminado en la cultura política actual, incluso del lado nacional y popular: la exacerbación de la libertad de opinión. Es una cuestión central, porque el nihilismo ha demostrado que es un factor de desencanto, pero además de horror, y de masacre. Y además de la masacre, por si no alcanzaran las guerras, hoy amenaza la destrucción final de Gaia, del ecosistema.
Podemos decir entonces que el núcleo o raíz de ambas encíclicas es la crisis civilizatoria y paradigmática. Va de la mano con lo dicho respecto a la modernidad y este nihilismo exacerbado. El choque de civilizaciones también va por ahí, pero Francisco no lo resuelve al estilo ni con las intenciones de Huntington.
En Laudato Si’ prima el diagnóstico, como señalamiento y como clamor, como urgencia. Deja claro que hace falta un proceso de conversión ecológica y una transición ecológica hacia una nueva forma de armonizar y articular la vida en la tierra con el cuidado de la casa común. Pero en Fratelli Tutti está la posibilidad de pensar la raíz cuadrada de todo esto y cómo se puede poner en perspectiva de exponencialidad. Porque lo que hay es una mirada muy contundente respecto a cómo se conjugan los grandes procesos de cambio con las decisiones y las tomas de posición individuales. Aparece el sujeto en su punto de transformación, de cambio de dirección y de incidencia en los procesos.
Está la cuestión de la crisis de la modernidad, de la globalización, y al mismo tiempo esta respuesta que no necesariamente es religiosa, sino que más bien es una respuesta de conversión espiritual y de cambio de mirada y del paradigma en el cual se toman las decisiones. Y en eso, la principal discusión es con el paradigma tecno burocrático, que lo que hace es deshumanizar todo y endiosar el cálculo y la ganancia.
LAS TENSIONES E INTERPELACIONES
Entonces: todos hermanos y la tierra para (cuidarla entre) todos
«No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada«
Laudato Si, 67
«Sin desconocer las dificultades y peligros, san Francisco fue al encuentro del Sultán con la misma actitud que pedía a sus discípulos: que sin negar su identidad, cuando fueran «entre sarracenos y otros infieles […] no promuevan disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios». En aquel contexto era un pedido extraordinario. Nos impresiona que ochocientos años atrás Francisco invitara a evitar toda forma de agresión o contienda y también a vivir un humilde y fraterno “sometimiento”, incluso ante quienes no compartían su fe.»
Fratelli Tutti, 3
Como dicen los islámicos “solo dios es dios”, o, en clave cristiana, “dejar a Dios ser Dios”. Lo que esto delimita es el propio campo de responsabilidad, el lugar donde tomamos las decisiones. La interpelación más grande de Fratelli Tutti -en el horizonte de Laudato Si- es el lugar donde la decisión no es una elucubración mental, sino un gesto concreto. El gesto como la unidad básica de la acción política. Gesto que además resuelve de hecho la tensión entre lo dicho y las palabras. El gesto es un decir que es un hacer, y es un hacer que dice. Ahí está la figura del samaritano, como parábola, fábula narrativa, pieza conceptual y ética, que Francisco propone como ejemplo de política práctica para cuidar la tierra y construir la fraternidad universal. Es el gesto básico del cuidado, que suponen también una fuerza, está la posibilidad de recomenzar.
Que todos seamos hijos de Dios, supone lo mismo que somos hermanos. Y que Dios sea Dios, supone e implica que la tierra nos ha sido dada, que no es nuestra.
Acá se conjugan en su punto divino la admonición de Fratelli Tutti y la alabanza agradecida y alegre de Laudato Si.
Recomenzar: el gesto inicial
«Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, con el mismo cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido. Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano.»
Fratelli Tutti, 78
Recomenzar es algo así como el subtítulo del subtítulo de la Fratelli Tutti, y quizás también de Laudato Si. La invitación a volver al “cántico de las criaturas” es volver a pensar el mundo no como un problema a resolver, sino como un misterio gozoso. Hay que recomenzar cantando para agradecer. No se trata solamente de iniciar un nuevo ciclo histórico, sino que la crisis civilizatoria requiere un recomienzo propio del gesto de hacerse como sujeto.
En los números 77, 78 y 79 de Fratelli Tutti, Francisco hace un ejercicio que puede servir para dialogar con las versiones ecologistas que de manera bien intencionadas, pero con un alto riesgo de banalizar, preguntan “¿qué puede hacerse para salvar el mundo?”. Francisco no desecha ese enfoque, pero lo pone en eje. Dice que es posible recomenzar de a uno y de abajo, con el mismo cuidado que tuvo el samaritano con cada herida del caído, hasta el último rincón de la patria y el mundo. Y un poco después dice “no seamos infantiles”, no le pidamos a los dirigentes lo que podemos y debemos hacer nosotros mismos. Y esto no es una crítica a los dirigentes sino a nosotros mismos. Hay ciertas capturas anti políticas de lo que dice Francisco que tienden a creer que solo cuestiona a los dirigentes. No deja de hacerlo cuando es necesario, pero la interpelación está explícitamente dirigida a todos. “No seamos infantiles” es a cada uno y a cada cual
Eso engancha con el tema de la escala. Tenemos que tener una perspectiva de universalidad, de interrogación a la globalización, de cuidado de toda la tierra, y más ampliamente de toda la creación, pero el problema es: ¿Cómo se empieza? ¿Quién ha de empezar? Francisco reconoce que no está claro el cómo, pero intuye que debe comenzar con un gesto concreto y no infantil, que piense en el cada uno pero sin perder una perspectiva de escala: “hasta el último rincón de la patria y el mundo”.
Es difícil encontrar en el magisterio de la Iglesia la palabra patria. Esta viene directamente de acá, de este país con sentido patriótico. Viene del Francisco argentino. Y en ella se revela nuevamente la cuestión de las escalas en la política, en nuestras militancias y compromisos. ¿Cuál es el gesto que hacemos? ¿Cuál es la fraternidad que vivimos? ¿Cuál es el cuidado que ejercemos? Y en el mismo momento, ¿Cómo lo proyectamos y articulamos para estar a la altura de lo que le pasa a nuestro pueblo y de lo que le pasa a la Tierra?
Esta reflexión respecto a la escala es clave para comprender la tensión permanente entre la agenda ambiental global y los intereses particulares de lo local. Cuando uno quiere empezar a bajar la Laudato Si a transformaciones y a cambios en el aquí y ahora se colisiona, inevitablemente, con cuestiones de intereses inmediatos. Me parece que esa es una tensión que va más allá de las encíclicas, y quizás sea mayor el desafío. Es parte también de los límites de Francisco o de la función Papa. Sin las mediaciones necesarias y los actores concretos, los esos grandes planteos de Francisco a escala global no llegan a acciones concretas. ¿Cómo se puede dar un paso más y no quedarse sólo en la dimensión de la interpretación, de la mirada y la difusión del pensamiento de Francisco? Hay que seguir avanzando y darle una vuelta más.
Mundo y mundanidad. Encarnación, política y cultura. Los modos de estar aquí.
El cruce entre religión y política, espiritualidad y materialismo, es otra tensión en el análisis del arraigo político de ambas encíclicas. Francisco insiste en el peligro de la mundanidad al mismo tiempo que cuestiona a las ideologías. Las concibe como nociones que refieren, por un lado, a la lógica de lo inmediato, banal y mezquino, y por otro, a sistemas de ideas que se disocian de los problemas, las dinámicas o los actores concretos. Esas nociones las tensiona desde la fe. Francisco insiste en cómo la experiencia de Dios, desde un ejercicio espiritual que nos reconecte con los trascendente, puede encarnarse en decisiones concretas más allá del cálculo mundano que transformen vidas y procesos.
“Sean del mundo sin ser de este mundo”, parece ser parte de la respuesta a esta crisis civilizatoria que estamos atravesando por estar cooptados por el paradigma tecno-burocrático. La salida de ese paradigma implica introducir algo que lo haga fallar, y si hay algo que el paradigma tecno-burocrático no logra articular a su lógica y que hace que esa máquina aparentemente perfecta se trabe, es incorporar algo de la dimensión espiritual, mística y religiosa que plantea Francisco.
Curar el mundo, levantar al caído. /¿Qué hacer? De a uno y de abajo La respuesta de Francisco a la pregunta de Lenin
Con Francisco hay que hacerse la pregunta leninista de “¿Qué hacer? Porque además, en su exhortación pastoral tiene un planteo que es una crítica del habríaqueismo. Porque “qué hacer” supone dejar de decir “habría que”. Supone pasar a la acción. La Semana Laudato Si’ del año pasado nos dejó como balance la fórmula “Laudato ASÍ”, en el sentido del cómo de la mediación: Fratelli es uno de los “así” y también uno de los “así no” de Laudato Si’, en el sentido de encuadrar.
Podemos hacer un Zoom, un grupo de Whatsapp o mandar un PDF, o desatar una lucha por la paz entre Palestina e Israel o por la nacionalización del Río Paraná y la hidrovía. O también hacer una olla comunitaria en Floresta, José León Suárez o la periferia de Córdoba. Y todas valen, pero la diferencia está en la pregunta que hace Francisco: si están inspiradas como un gesto de samaritanía y de samaritanía política. Ahí se conectan todas esas cuestiones más allá de su escala, incluso de su intención. Sea una palabra, sea una acción, sea micro, sea macro, el punto es si logramos que alcance y cure, en algún punto, las heridas del caído. Eso es una ética de consecuencias.
Quizás hacemos una revolución o armamos un partido político y no resulta en eso, no cura a nadie. Y quizás hacemos un “Zoom” y eso cura una herida. Ahí hay un criterio de construcción que más que ético es espiritual. Pero espiritual en el más corporal de sus sentidos. Y ese es un gran aporte de Francisco al desierto actual, no sólo de la política sino también de la vida, porque esa es la cuestión: el desierto actual no es sólo de la política, lo que se va desertificando son las vidas personales. Ahí no hay problema entre lo personal y lo colectivo, las dos cosas son arrasadas por la fuerza de la mercancía y de la destrucción.