La construccion politica, la militancia y el pensamiento de francisco

                    Andrés «Cuervo» Larroque

 

Andrés «el Cuervo» Larroque es ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires. Es un referente político que además ha referenciado y referencia a una generación de la política argentina  y a un sector que hoy ejerce funciones de responsabilidad en la gestión pública, que juega un rol importante en las construcciones partidaria,   en el campo electoral y en las militancias sectoriales y territoriales. 

Nos encontramos con el junto con personas implicadas en compromisos colectivos provenientes de agrupaciones partidarias, organizaciones sociales y comunidades religiosas. Esto es lo que nos compartió. 

Comenzamos una serie de reflexiones en el mes aniversario de la Encíclica Fratelli Tutti. Después de atravesar el seminario sobre sus ocho capítulos, avanzamos con sus resonancias y con un trabajo que nos toca a cada uno y colectivamente: con madurez y si es posible con coraje, deducir, confrontar, indagar y experimentar las implicancias políticas de ese mensaje. Creemos que es algo que nos puede hacer bien, y que es necesario en este momento de Argentina y del mundo. Son las implicancias políticas, pero no son sólo para la política. Cada espacio, cada persona, cada comunidad puede hacer su propia reflexión. El mensaje de Francisco está disponible para ser tomado y «usado». Siempre habrá quien diga que existe el riesgo de reducirlo o traicionarlo. deformarlo o manipularlo. Nosotros creemos que esos son los riesgos que hay que tomar, porque lo peor que le puede pasar al mensaje de Francisco es que no se encarne. 

Para deducir sus implicancias hay que tomarlo en situaciones y posiciones concretas. Puede tensionar y traccionar la polĂ­tica: siempre y cuando permitamos que a toque y la atraviese. No como mero mandado desde lejos o desde arriba, sino como invitaciĂłn y exigencia desde adentro. En ese camino nos embarcamos por estas semanas desde #FF.

 

 

 

Poder Creer 

Es un honor y un desafío hacer una intervención sobre una encíclica tan rica y profunda como Fratelli Tutti. Relacionar el pensamiento de Francisco con la construcción política de la militancia es algo que a priori puede parecer muy distante, dos universos. Sin embargo,  son para mí muy cercanos. 

 

Si tuviéramos que decir cuál es el principal problema de la humanidad hoy en día me atrevería a decir que es la incredulidad, la falta de fe en general. En el mundo faltan creyentes, falta fe. Y esto repercute directamente en la praxis política porque el militante, finalmente, es un creyente. Cree en algo. Tiene una fe que puede ser política, doctrinal, moral, ética y, por supuesto, espiritual. Creer en una idea, en una doctrina, en una teoría, que plantea cómo se pueden mejorar las cosas frente a una realidad compleja, diversa y contradictoria, es tener fe también en los mecanismos a partir de los cuales la vida y el mundo pueden ser mejores. Y para conectar al sujeto con una creencia y una apuesta existe un punto de conexión: el método o la metodología. No alcanza con la voluntad del sujeto; tampoco con la doctrina y la idea; hace falta una metodología que pueda encarnar esas dos instancias. Y eso es lo que tratamos de hacer todos nosotros, los militantes de la política. 

 

En mi caso, la fe que profeso en términos políticos es el justicialismo. Creo que la Argentina es un país bendito por muchísimas cuestiones, pero en el ámbito de la política sin duda creo que lo es por la aparición de la doctrina justicialista y de Juan Perón y Eva Perón. Es cierto que esa organización y esa conciencia de los trabajadores a mediados del siglo XX no fue propiedad exclusiva de la República Argentina. Fue un movimiento genérico producto de una crisis del capitalismo liberal de la década del 30, de dos guerras mundiales que habían dejado una marca de mucho dolor, y también de la presencia de un bloque como el soviético generaron las condiciones geopolíticas para que el mundo capitalista viviera en un estado de bienestar, o en un capitalismo con mayor intervención del estado y mayores niveles de equidad. Pero de ese fenómeno que se vio en América Latina y en otros países del mundo donde aparecieron movimientos políticos que tendían al reconocimiento de los derechos sociales o a un mejor nivel de vida de la mayoría, diría que no en todos los países, incluso casi ninguno, produjeron o generaron una doctrina. Si observamos los procesos históricos, en el único lugar del mundo donde aún sobreviven las doctrinas que los movimientos que se construyeron en aquel tiempo es en Argentina. Y sobrevive a través del peronismo, del justicialismo, con todas las contradicciones que podemos señalar. Porque inclusive los propios países socialistas, con sus variedades y sus diferencias, fueron derivando hacia posiciones terceristas. Ninguno se mantuvo en un nivel de ortodoxia rígida como el que quizás tuvieron en algún momento del siglo pasado. 

 

¿Y cuál es ese diferencial o la anomalía de la Argentina? Me parece que en nuestro país el General Perón tuvo la visión en su propio tiempo de que había que buscar un equilibrio entre el individuo y la comunidad. O, para ponerlo en otros términos, de que la libertad no se puede comer la igualdad y la igualdad no puede someter la libertad. Y ese equilibrio dinámico, complejo, esa tensión permanente, es el desafío que nos plantea la política a nosotros. ¿Cómo entender que el individuo no se puede realizar en soledad que necesita una comunidad, y cómo entender que la comunidad no debe oprimir las características de cada individuo y las propiedades creativas naturales que andan en cada ser humano?  Es un debate permanente que nosotros observamos muy propio de la Argentina, y que por eso pone al peronismo como un complejo tan complejo de comprender, pero que finalmente nos da la posibilidad de problematizar y asumir el debate en el marco de no pocas tensiones, pero siempre con una mirada profunda y enriquecedora. Me atrevería a decir a la hora de pensar cómo resolvemos los problemas del mundo, desde ya que nosotros creemos que el justicialismo es una solución. El propio general Perón ha planteado que el cristianismo no tiene una formulación política, y que el justicialismo se emparentaba, o era la formulación política más cercana a esos valores y esas ideas planteadas en el Evangelio.

 

Cuando hoy abrimos un diario, o ponemos la tele o el twitter,  todas son negativas, pálidas, situaciones de crisis muy complejas. Y frente a esa angustia que nos contagian, frente a esa denigración contratante,  digo de nuevo que el principal problema es la falta de fe. No digo fe cristiana, sino fe en general. Está asociado a los espejismos generados en los últimos siglos, donde la humanidad quedó encandilada por el espejismo del progreso material y económico, por el avance de la ciencia y la tecnología, que son indiscutibles, pero que sin duda no resolvieron de fondo los grandes dilemas existenciales de la humanidad por un crecimiento o una evolución en términos morales y éticos de la humanidad. Por el contrario , esa brecha se acrecentó. Esto lo advertía el General Perón permanentemente. Y los que participamos de política estamos ante el desafío de ver cómo acotamos esa brecha, cómo comprendemos que muchas veces los progresos que lucen llamativos, rutilantes y demás, pero finalmente no dan pistas a partir de las cuales podamos vivir de una manera más integrada como sociedad y comunidad. El desafío nuestro es preguntarnos por qué tanta capacidad racional y mental no puede aplicarse o no podemos observar concretamente en materia de cómo organizar una comunidad con mayor justicia y armonía.

 

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Citando a San Francisco de Asís, Francisco Papa plantea que a pesar de las diferencias de creencias religiosas no se puede ir con una dialéctica agresiva para imponer cada cual su verdad. Lo que tenemos que ver es cómo construimos comunicación, como construimos unidad, a partir de las creencias que cada uno tiene. Nestor Kirchner lo decía de este modo: cómo cada uno, desde su verdad subjetiva, aporta a la construcción de una síntesis superadora. Para eso es central no querer abjurar o subordinar al otro por pensar distinto. Y esto que dicho así parece obvio y natural, cuando vamos a la realidad es sumamente complejo. El ego siempre nos empuja a querer tener razón, a que no queramos aprender en un intercambio sino meramente ganar la discusión. Cuando algún compañero alguna vez dice contento: “gane la discusión”,  le pregunto “¿Qué ganaste?” ¿Qué es ganar y perder en ese sentido? Me parece que están muy desordenados los valores, porque finalmente, el sistema en el cual vivimos, el sistema de valores que impera en la cultura, el que impone también un modelo económico. 

 

Sacrificando la creación al mercado 

Estamos sacrificando la creación a manos de un artefacto creado por el ser humano, el mercado. Los científicos dicen que el universo tiene 12 mil millones de años y la tierra 4 mil millones; podemos creer o no -es también una cuestión de fe, aunque de otro tipo- pero la realidad es que toda esa riqueza ancestral y natural hoy está subordinada a los designios del Dios-Mercado. Y el mercado está relacionado con la falta de fe y de creencia de la que hablábamos al principio, porque en definitiva es lo que se busca. Un ser que no tiene vida interior, que no cosecha los propios valores, sean culturales, intelectuales o espirituales, siempre será más proclive a quedar atrapado en las tentaciones del mercado. El vacío existencial que muchas veces podemos encontrar en términos individuales o colectivos son tapados a través del placer que da el consumo. Y ahí viene el otro problema: algunos pueden consumir y otros no pueden consumir. Algunos están incluidos y tienen una capa de ingreso para llenar sus vidas, que es una engañapichanga, porque sólo sigue postergando las discusiones esenciales que cada uno debe darse a sí mismo para mirar adelante. Pero si alguien puede evitar pensar con mayor profundidad en su vida a partir del consumo es porque, en primera instancia, tiene la capacidad de hacerlo. Pero hay otros que no; desplazados de la sociedad, entran en esa variable dicha por Francisco de la cultura del descarte. Como no consumen, no existen. Es como en la parábola del buen samaritano , los vemos y pasamos de largo. No existen.

 

Muchas veces, en estas discusiones que tenemos con los compañeros y compañeras sobre quien es ganador y perdedor en este sistema, sobre quién es el vivo y quien es tonto, pareciera ser que el evito es aquel que sabe evadirse a los problemas. “Zafé” dice el que se cree vivo. Pero me parece que estamos en un sistema donde  los vivos son los tontos, y los tontos son los vivos. El que se compromete, el que se ocupa, el que presta atención, seguramente perderá tiempo valioso, dejará pasar otros planes más egoístas para su vida, el plan de los designios por los cuales uno se levanta cada mañana. Pero siempre es clave, en el día a día, prestar atención a esos desafíos y pruebas con las que a veces hasta nos enojamos, por las que pensamos en cómo puede ser que nos pasen esas cosas cuando teníamos otros planes. 

 

Hay una proverbio árabe que dice: “cuéntale a Dios tus planes y se reirá de ellos”. Creo que en esta vida compleja y azarosa nos obliga estar más preparados interiormente para poder dar respuesta y entender que debemos ir a hacernos cargo de los problemas. Si uno no se asume militante, siempre, en el crecimiento personal, será mejor y más sano mejor tener una actitud solidaria y comprometida. Pero para un militante es algo imprescindible. El que se dice militante sí o sí tiene que ser capaz de no sufrir los problemas, sino entenderlos como una bendición que llega para ponerlo a prueba y poder crecer. Y si no cree en las bendiciones, entender los problemas como desafíos para crecer en la formación política. Esta es una de las claves para recuperar la creencia: que podamos saber que los problemas están ahí porque nos estaban esperando, y cuando decimos nadie salva solo, y que la patria es el otro, no estamos repitiendo slogans, sino axiomas que realmente nos tienen que motivar a transformar las cosas.


La política entra en problemas cuando se racionaliza o se ideologiza mucho. Entonces pareciera que el mejor militante era el que sabe más, el que tiene el relato o la doctrina. Esto ocurre mucho en los ámbitos universitarios. Por eso para mi la formación de la militancia nunca es completa si no hay militancia en el territorio y compromiso con el otro, fundamentalmente con los que más necesitan.

 

Recientemente se conocieron los últimos índices de pobreza e indigencia en Argentina, y los números son durísimos.  En un país rico en materias primas y con un montón de potencial y capacidades, los niveles de pobreza no sólo nos deben avergonzar, sino que como militantes nos deben obligar a desear, cada minuto, a combatirlo.

 

¿Cuál es el riesgo que tiene muchas veces la política cuando de racionaliza y se deshumaniza? Un riesgo es terminar pensando cien por ciento con la cabeza y nada con el corazón. Cuando la razón se independiza del corazón ya estamos en problemas. ¿Cuál es entonces la política que nosotros necesitamos? No solo aquella que reclama la transformaciones colectivas para el conjunto de la sociedad, sino aquella que también entiende que debemos ir desarrollando una transformación interior y personal. A veces escuchamos grandes recitadores de verdades absolutas que tienen un corazón de piedra, y si ven un mendigo o un problema pasan de largo. La política hizo y hace mucho daño cada vez que pasa de largo. Y como la política es algo muy importante, algo que le diría sagrado, también el demonio órbita y espera -según mi creencia, obviamente- Así aparecen las tentaciones, los egos, las disputas, las divisiones. Porque, en definitiva, ¿cuál es el objetivo de la política? Es unir. Nosotros tenemos que ir hacia la unidad, siendo que todos venimos del mismo lugar y vamos a volver al mismo lugar -repito, según mi fe y mi creencia-. Por eso creo que el objetivo es, como dice Francisco, tender puentes donde se levantan los muros.

 

Uno puede creer o no, pero la cizaña de la división siempre está ahí para partir, para cortar y fragmentar. Entonces, la política es aquella que puede transformar en el nivel de la organización social las condiciones para que las personas tengan un mejor nivel de vida, un piso de dignidad que siempre debe ser honrado y cuidado. 

 

Muchas veces observamos y vemos discursos que buscan debilitar a la política. Son discursos que vienen de sectores que no quieren convivir o compartir. No pretenden negociar si no es en una relación de superioridad con el poder político, y siempre va haber un ataque a la democracia y a la política. El problema es cuando los políticos colaboran en esa denigración y esas infamias. Yo vengo de una militancia de muchos años, y a esta altura del partido puedo decir que la política se hace en serio o no se hace. El objetivo final es transformar la vida de la gente, sino no tiene ningún sentido. Porque la acción política consume un compromiso que quita tiempo para atender otras actividades, incluso a los propios afectos y demás, para ver que algunos compañeros y compañeras se terminan entregando así para objetivos que son, a veces, muy pequeñitos. Por ejemplo, para cuando viene el cierre de lista, que todos están al borde. ¿Pero es realmente tan importante? Es algo que a todos nos pasa. A mi también. Me enojo y todo lo demás. Pero después me doy cuenta que nada es tan importante y crucial en ese sentido, y que hay cosas más de fondo . 

 

Argentina en un mundo roto y Francisco como vocero 

En lo que refiere a nuestro país, pero también a la humanidad, estoy convencido de que Francisco es el gran vocero, o uno de los pocos voceros, o acaso el vocero más potente a nivel internacional, que llama la atención respecto a esta carrera desenfrenada que ha olvidado los valores esenciales de la creación. En definitiva, lo que está en el fondo de todo es discutir el sentido de la vida, y esa discusión nunca aparece. Siempre estamos discutiendo el último minuto, la coyuntura, pero nunca hay tiempo para discutir lo profundo e importante que es saber qué estamos haciendo acá en este mundo, qué buscamos, lo que supera inclusive todos los debates coyunturales que podemos tener en la política. Y Francisco tuvo la valentía de marcar ese debate y hacerlo. Por supuesto, es algo que no cae en gracia para los poderes fácticos a nivel internacional. Creo que, de alguna manera, en su filosofía y sus expresiones, es imposible no ver un parentesco con lo que son las ideas del justicialismo y la comunidad organizada -esto es una impresión mía-, porque todo eso tiene una raíz común cuya fuente es el Evangelio.

 

Yendo por lo que nos toca enfrentar a nosotros en Argentina, me parece que necesitamos consolidar una tendencia larga de políticas de estado -no digo de gobierno, sino de Estado- que tengan una mirada integradora.Y creo en que el peronismo, con todas las deficiencias y dificultades, es la única opción política que se puede hacer cargo real y efectivamente en la práctica de esa discusión.

 

Porque el mundo se rompió hace 50 años. Fijense, en aquellos años la realidad que había que mejorar era la de un Estado de Bienestar y un capitalismo productivo. En la década del 70, con esa generación diezmada en Argentina, con esos debates que fueron tan efervescentes como trágicos en sus consecuencia por la acción de los genocidas, se discutía cómo pasar de un capitalismo productivo a un sistema social mucho más solidario. Con razón o no, equivocados o no, ese era el tema. Hoy, en cambio, estamos marcando como utopía volver a un capitalismo productivo. Hoy estamos discutiendo si el trabajo existe o no existe, porque hay un sector del trabajo que directamente es excluido y está condenado. ¿Y esto por qué? Porque el mundo se rompió hace 50 años. Hubo decididamente una ofensiva neoliberal de sistema financiero que sigue siendo hegemónico. 

 

Y este mundo que se rompió en términos económicos y productivos generó profundas huellas en materia social y cultural. Muchas veces, en Argentina escuchamos que hace 80 años gobierna el peronismo y por eso estamos como estamos. En realidad, lo que gobierna es el neoliberalismo, y el peronismo surgió como respuesta. Es un proceso que se inicia desde los 70, cuando Nixon rompe con el patrón oro como respaldo al dólar -entre muchas otras cuestiones- inaugurando una economía cada vez más ficticia y volcada al sistema financiero. Es una hegemonía neoliberal a nivel mundial que domina en Argentina también. Pudo ser levemente contrarrestada en algunos momentos, como en la recuperación de la democracia, con algunos amigos de buena fe que no pasaron a mayores, y más sólidamente en los doce años de Nestor Y Cristina. Pero tenemos que hacer la cuenta:nos  tiraron a un pozo, donde estuvimos entre el 72 y el 2003 -sin menospreciar a los compañeros que por ahí les tocó tener responsabilidades ejecutivas en un medio hostil, pero no hubo capacidad de generar una respuesta sólida-; empezamos a salir durante doce años; de repente vienen cuatro años donde nos pegan una patada para abajo, y cuando queremos volver a levantar se viene una pandemia. 

 

Es una realidad compleja la que debemos enfrentar, pero creo que la única salida es poder estabilizar en el tiempo políticas que tiendan a un mayor nivel de integración. Para eso es fundamental que volvamos a tener un capitalismo de carácter productivo que nos permita recuperar el trabajo y el empleo, porque el trabajo es, para nosotros, la política social y vertebradora por excelencia. Me parece que esa es la discusión que hoy estamos poniendo en Argentina.

 

Con todas las tensiones que hoy pueden darse dentro del movimiento nacional, sabemos que la salida pasa por ahí. La salida no va a venir de aquellos que permanentemente defendieron y ejecutaron las más agresivas políticas neoliberales entre 2015 y 2019. 

 

Nos jugamos mucho a futuro, y hay que recuperar la idea de la amistad social y la fraternidad como un valor capaz de ensamblar y coordinar esa tensión natural entre libertad e igualdad. No es una cuenta matemática o una ecuación: hasta acá la libertad y hasta acá la igualdad. Es una tensión dinámica, como la que se da entre el individuo y la comunidad.. Y eso requiere siempre una mirada indulgente, llena de misericordia y de amor. En definitiva, nos falta fe porque nos falta más amor, nos falta el equilibrio de la mente que es el corazón. Si le damos todo el control a la mente las respuestas van a ser más frías, más vinculadas al cálculo. Y la mente siempre cae presa de esa inseguridad de decir “gané o perdí“, mientras el corazón es mucho más abarcativo y se hace cargo de los problemas, dando una respuesta mucho más sensible. Y creo que el desafío que tenemos es especial. Cómo tenemos una política mucho más sensible y cómo defendemos una doctrina integre al conjunto de la sociedad, que en Argentina eso se llama justicialismo.

 

A partir de esta actualización de la doctrina de un carácter ya espiritual e internacional que nos da una figura tan fuerte como Francisco tenemos que poder hacernos fuertes en esa defensa y pensar que lo que se juega en Argentina es poder sostener una praxis y una doctrina política que piense en el conjunto de la sociedad. No solamente en los más humildes y trabajadores, sino en una comunidad organizada que integra a todos los sectores. 

 

Está claro que la pelea tiene un margen de incertidumbre hacia al futuro, y los datos de la realidad reciente nos muestran que debemos enderezar muchas cosas. Pero estoy absolutamente convencido de que las vamos a poder resolver. Tenemos el sujeto, que es el militante, el creyente, que tiene fe en que las cosas pueden ser mejores. Tenemos el método, que es la forma en la cual nos organizamos. Tenemos la doctrina, el justicialismo Creo que sí nosotros recuperamos en esos tres niveles la claridad, podemos decir que a la luz del futuro y de las nuevas generaciones el justicialismo, el peronismo, las ideas de fraternidad, no se van a imponer sino que el convencimiento, el predicamento del conjunto de nuestro pueblo verá que esa es la mejor alternativa para vivir una vida en paz, avanzando hacia un futuro de mayor virtud, de mayor integridad, de mayor integración, de mayor fraternidad.

  • panen77