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Poder CreerÂ
Es un honor y un desafĂo hacer una intervenciĂłn sobre una encĂclica tan rica y profunda como Fratelli Tutti. Relacionar el pensamiento de Francisco con la construcciĂłn polĂtica de la militancia es algo que a priori puede parecer muy distante, dos universos. Sin embargo, son para mĂ muy cercanos.Â
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Si tuviĂ©ramos que decir cuál es el principal problema de la humanidad hoy en dĂa me atreverĂa a decir que es la incredulidad, la falta de fe en general. En el mundo faltan creyentes, falta fe. Y esto repercute directamente en la praxis polĂtica porque el militante, finalmente, es un creyente. Cree en algo. Tiene una fe que puede ser polĂtica, doctrinal, moral, Ă©tica y, por supuesto, espiritual. Creer en una idea, en una doctrina, en una teorĂa, que plantea cĂłmo se pueden mejorar las cosas frente a una realidad compleja, diversa y contradictoria, es tener fe tambiĂ©n en los mecanismos a partir de los cuales la vida y el mundo pueden ser mejores. Y para conectar al sujeto con una creencia y una apuesta existe un punto de conexiĂłn: el mĂ©todo o la metodologĂa. No alcanza con la voluntad del sujeto; tampoco con la doctrina y la idea; hace falta una metodologĂa que pueda encarnar esas dos instancias. Y eso es lo que tratamos de hacer todos nosotros, los militantes de la polĂtica.Â
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En mi caso, la fe que profeso en tĂ©rminos polĂticos es el justicialismo. Creo que la Argentina es un paĂs bendito por muchĂsimas cuestiones, pero en el ámbito de la polĂtica sin duda creo que lo es por la apariciĂłn de la doctrina justicialista y de Juan PerĂłn y Eva PerĂłn. Es cierto que esa organizaciĂłn y esa conciencia de los trabajadores a mediados del siglo XX no fue propiedad exclusiva de la RepĂşblica Argentina. Fue un movimiento genĂ©rico producto de una crisis del capitalismo liberal de la dĂ©cada del 30, de dos guerras mundiales que habĂan dejado una marca de mucho dolor, y tambiĂ©n de la presencia de un bloque como el soviĂ©tico generaron las condiciones geopolĂticas para que el mundo capitalista viviera en un estado de bienestar, o en un capitalismo con mayor intervenciĂłn del estado y mayores niveles de equidad. Pero de ese fenĂłmeno que se vio en AmĂ©rica Latina y en otros paĂses del mundo donde aparecieron movimientos polĂticos que tendĂan al reconocimiento de los derechos sociales o a un mejor nivel de vida de la mayorĂa, dirĂa que no en todos los paĂses, incluso casi ninguno, produjeron o generaron una doctrina. Si observamos los procesos histĂłricos, en el Ăşnico lugar del mundo donde aĂşn sobreviven las doctrinas que los movimientos que se construyeron en aquel tiempo es en Argentina. Y sobrevive a travĂ©s del peronismo, del justicialismo, con todas las contradicciones que podemos señalar. Porque inclusive los propios paĂses socialistas, con sus variedades y sus diferencias, fueron derivando hacia posiciones terceristas. Ninguno se mantuvo en un nivel de ortodoxia rĂgida como el que quizás tuvieron en algĂşn momento del siglo pasado.Â
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ÂżY cuál es ese diferencial o la anomalĂa de la Argentina? Me parece que en nuestro paĂs el General PerĂłn tuvo la visiĂłn en su propio tiempo de que habĂa que buscar un equilibrio entre el individuo y la comunidad. O, para ponerlo en otros tĂ©rminos, de que la libertad no se puede comer la igualdad y la igualdad no puede someter la libertad. Y ese equilibrio dinámico, complejo, esa tensiĂłn permanente, es el desafĂo que nos plantea la polĂtica a nosotros. ÂżCĂłmo entender que el individuo no se puede realizar en soledad que necesita una comunidad, y cĂłmo entender que la comunidad no debe oprimir las caracterĂsticas de cada individuo y las propiedades creativas naturales que andan en cada ser humano? Es un debate permanente que nosotros observamos muy propio de la Argentina, y que por eso pone al peronismo como un complejo tan complejo de comprender, pero que finalmente nos da la posibilidad de problematizar y asumir el debate en el marco de no pocas tensiones, pero siempre con una mirada profunda y enriquecedora. Me atreverĂa a decir a la hora de pensar cĂłmo resolvemos los problemas del mundo, desde ya que nosotros creemos que el justicialismo es una soluciĂłn. El propio general PerĂłn ha planteado que el cristianismo no tiene una formulaciĂłn polĂtica, y que el justicialismo se emparentaba, o era la formulaciĂłn polĂtica más cercana a esos valores y esas ideas planteadas en el Evangelio.
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Cuando hoy abrimos un diario, o ponemos la tele o el twitter, todas son negativas, pálidas, situaciones de crisis muy complejas. Y frente a esa angustia que nos contagian, frente a esa denigraciĂłn contratante, digo de nuevo que el principal problema es la falta de fe. No digo fe cristiana, sino fe en general. Está asociado a los espejismos generados en los Ăşltimos siglos, donde la humanidad quedĂł encandilada por el espejismo del progreso material y econĂłmico, por el avance de la ciencia y la tecnologĂa, que son indiscutibles, pero que sin duda no resolvieron de fondo los grandes dilemas existenciales de la humanidad por un crecimiento o una evoluciĂłn en tĂ©rminos morales y Ă©ticos de la humanidad. Por el contrario , esa brecha se acrecentĂł. Esto lo advertĂa el General PerĂłn permanentemente. Y los que participamos de polĂtica estamos ante el desafĂo de ver cĂłmo acotamos esa brecha, cĂłmo comprendemos que muchas veces los progresos que lucen llamativos, rutilantes y demás, pero finalmente no dan pistas a partir de las cuales podamos vivir de una manera más integrada como sociedad y comunidad. El desafĂo nuestro es preguntarnos por quĂ© tanta capacidad racional y mental no puede aplicarse o no podemos observar concretamente en materia de cĂłmo organizar una comunidad con mayor justicia y armonĂa.
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Citando a San Francisco de AsĂs, Francisco Papa plantea que a pesar de las diferencias de creencias religiosas no se puede ir con una dialĂ©ctica agresiva para imponer cada cual su verdad. Lo que tenemos que ver es cĂłmo construimos comunicaciĂłn, como construimos unidad, a partir de las creencias que cada uno tiene. Nestor Kirchner lo decĂa de este modo: cĂłmo cada uno, desde su verdad subjetiva, aporta a la construcciĂłn de una sĂntesis superadora. Para eso es central no querer abjurar o subordinar al otro por pensar distinto. Y esto que dicho asĂ parece obvio y natural, cuando vamos a la realidad es sumamente complejo. El ego siempre nos empuja a querer tener razĂłn, a que no queramos aprender en un intercambio sino meramente ganar la discusiĂłn. Cuando algĂşn compañero alguna vez dice contento: “gane la discusiĂłn”, le pregunto “¿QuĂ© ganaste?” ÂżQuĂ© es ganar y perder en ese sentido? Me parece que están muy desordenados los valores, porque finalmente, el sistema en el cual vivimos, el sistema de valores que impera en la cultura, el que impone tambiĂ©n un modelo econĂłmico.Â
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Sacrificando la creaciĂłn al mercadoÂ
Estamos sacrificando la creaciĂłn a manos de un artefacto creado por el ser humano, el mercado. Los cientĂficos dicen que el universo tiene 12 mil millones de años y la tierra 4 mil millones; podemos creer o no -es tambiĂ©n una cuestiĂłn de fe, aunque de otro tipo- pero la realidad es que toda esa riqueza ancestral y natural hoy está subordinada a los designios del Dios-Mercado. Y el mercado está relacionado con la falta de fe y de creencia de la que hablábamos al principio, porque en definitiva es lo que se busca. Un ser que no tiene vida interior, que no cosecha los propios valores, sean culturales, intelectuales o espirituales, siempre será más proclive a quedar atrapado en las tentaciones del mercado. El vacĂo existencial que muchas veces podemos encontrar en tĂ©rminos individuales o colectivos son tapados a travĂ©s del placer que da el consumo. Y ahĂ viene el otro problema: algunos pueden consumir y otros no pueden consumir. Algunos están incluidos y tienen una capa de ingreso para llenar sus vidas, que es una engañapichanga, porque sĂłlo sigue postergando las discusiones esenciales que cada uno debe darse a sĂ mismo para mirar adelante. Pero si alguien puede evitar pensar con mayor profundidad en su vida a partir del consumo es porque, en primera instancia, tiene la capacidad de hacerlo. Pero hay otros que no; desplazados de la sociedad, entran en esa variable dicha por Francisco de la cultura del descarte. Como no consumen, no existen. Es como en la parábola del buen samaritano , los vemos y pasamos de largo. No existen.
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Muchas veces, en estas discusiones que tenemos con los compañeros y compañeras sobre quien es ganador y perdedor en este sistema, sobre quiĂ©n es el vivo y quien es tonto, pareciera ser que el evito es aquel que sabe evadirse a los problemas. “Zafé” dice el que se cree vivo. Pero me parece que estamos en un sistema donde los vivos son los tontos, y los tontos son los vivos. El que se compromete, el que se ocupa, el que presta atenciĂłn, seguramente perderá tiempo valioso, dejará pasar otros planes más egoĂstas para su vida, el plan de los designios por los cuales uno se levanta cada mañana. Pero siempre es clave, en el dĂa a dĂa, prestar atenciĂłn a esos desafĂos y pruebas con las que a veces hasta nos enojamos, por las que pensamos en cĂłmo puede ser que nos pasen esas cosas cuando tenĂamos otros planes.Â
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Hay una proverbio árabe que dice: “cuĂ©ntale a Dios tus planes y se reirá de ellos”. Creo que en esta vida compleja y azarosa nos obliga estar más preparados interiormente para poder dar respuesta y entender que debemos ir a hacernos cargo de los problemas. Si uno no se asume militante, siempre, en el crecimiento personal, será mejor y más sano mejor tener una actitud solidaria y comprometida. Pero para un militante es algo imprescindible. El que se dice militante sĂ o sĂ tiene que ser capaz de no sufrir los problemas, sino entenderlos como una bendiciĂłn que llega para ponerlo a prueba y poder crecer. Y si no cree en las bendiciones, entender los problemas como desafĂos para crecer en la formaciĂłn polĂtica. Esta es una de las claves para recuperar la creencia: que podamos saber que los problemas están ahĂ porque nos estaban esperando, y cuando decimos nadie salva solo, y que la patria es el otro, no estamos repitiendo slogans, sino axiomas que realmente nos tienen que motivar a transformar las cosas.
La polĂtica entra en problemas cuando se racionaliza o se ideologiza mucho. Entonces pareciera que el mejor militante era el que sabe más, el que tiene el relato o la doctrina. Esto ocurre mucho en los ámbitos universitarios. Por eso para mi la formaciĂłn de la militancia nunca es completa si no hay militancia en el territorio y compromiso con el otro, fundamentalmente con los que más necesitan.
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Recientemente se conocieron los Ăşltimos Ăndices de pobreza e indigencia en Argentina, y los nĂşmeros son durĂsimos. En un paĂs rico en materias primas y con un montĂłn de potencial y capacidades, los niveles de pobreza no sĂłlo nos deben avergonzar, sino que como militantes nos deben obligar a desear, cada minuto, a combatirlo.
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ÂżCuál es el riesgo que tiene muchas veces la polĂtica cuando de racionaliza y se deshumaniza? Un riesgo es terminar pensando cien por ciento con la cabeza y nada con el corazĂłn. Cuando la razĂłn se independiza del corazĂłn ya estamos en problemas. ÂżCuál es entonces la polĂtica que nosotros necesitamos? No solo aquella que reclama la transformaciones colectivas para el conjunto de la sociedad, sino aquella que tambiĂ©n entiende que debemos ir desarrollando una transformaciĂłn interior y personal. A veces escuchamos grandes recitadores de verdades absolutas que tienen un corazĂłn de piedra, y si ven un mendigo o un problema pasan de largo. La polĂtica hizo y hace mucho daño cada vez que pasa de largo. Y como la polĂtica es algo muy importante, algo que le dirĂa sagrado, tambiĂ©n el demonio Ăłrbita y espera -segĂşn mi creencia, obviamente- AsĂ aparecen las tentaciones, los egos, las disputas, las divisiones. Porque, en definitiva, Âżcuál es el objetivo de la polĂtica? Es unir. Nosotros tenemos que ir hacia la unidad, siendo que todos venimos del mismo lugar y vamos a volver al mismo lugar -repito, segĂşn mi fe y mi creencia-. Por eso creo que el objetivo es, como dice Francisco, tender puentes donde se levantan los muros.
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Uno puede creer o no, pero la cizaña de la divisiĂłn siempre está ahĂ para partir, para cortar y fragmentar. Entonces, la polĂtica es aquella que puede transformar en el nivel de la organizaciĂłn social las condiciones para que las personas tengan un mejor nivel de vida, un piso de dignidad que siempre debe ser honrado y cuidado.Â
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Muchas veces observamos y vemos discursos que buscan debilitar a la polĂtica. Son discursos que vienen de sectores que no quieren convivir o compartir. No pretenden negociar si no es en una relaciĂłn de superioridad con el poder polĂtico, y siempre va haber un ataque a la democracia y a la polĂtica. El problema es cuando los polĂticos colaboran en esa denigraciĂłn y esas infamias. Yo vengo de una militancia de muchos años, y a esta altura del partido puedo decir que la polĂtica se hace en serio o no se hace. El objetivo final es transformar la vida de la gente, sino no tiene ningĂşn sentido. Porque la acciĂłn polĂtica consume un compromiso que quita tiempo para atender otras actividades, incluso a los propios afectos y demás, para ver que algunos compañeros y compañeras se terminan entregando asĂ para objetivos que son, a veces, muy pequeñitos. Por ejemplo, para cuando viene el cierre de lista, que todos están al borde. ÂżPero es realmente tan importante? Es algo que a todos nos pasa. A mi tambiĂ©n. Me enojo y todo lo demás. Pero despuĂ©s me doy cuenta que nada es tan importante y crucial en ese sentido, y que hay cosas más de fondo .Â
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Argentina en un mundo roto y Francisco como voceroÂ
En lo que refiere a nuestro paĂs, pero tambiĂ©n a la humanidad, estoy convencido de que Francisco es el gran vocero, o uno de los pocos voceros, o acaso el vocero más potente a nivel internacional, que llama la atenciĂłn respecto a esta carrera desenfrenada que ha olvidado los valores esenciales de la creaciĂłn. En definitiva, lo que está en el fondo de todo es discutir el sentido de la vida, y esa discusiĂłn nunca aparece. Siempre estamos discutiendo el Ăşltimo minuto, la coyuntura, pero nunca hay tiempo para discutir lo profundo e importante que es saber quĂ© estamos haciendo acá en este mundo, quĂ© buscamos, lo que supera inclusive todos los debates coyunturales que podemos tener en la polĂtica. Y Francisco tuvo la valentĂa de marcar ese debate y hacerlo. Por supuesto, es algo que no cae en gracia para los poderes fácticos a nivel internacional. Creo que, de alguna manera, en su filosofĂa y sus expresiones, es imposible no ver un parentesco con lo que son las ideas del justicialismo y la comunidad organizada -esto es una impresiĂłn mĂa-, porque todo eso tiene una raĂz comĂşn cuya fuente es el Evangelio.
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Yendo por lo que nos toca enfrentar a nosotros en Argentina, me parece que necesitamos consolidar una tendencia larga de polĂticas de estado -no digo de gobierno, sino de Estado- que tengan una mirada integradora.Y creo en que el peronismo, con todas las deficiencias y dificultades, es la Ăşnica opciĂłn polĂtica que se puede hacer cargo real y efectivamente en la práctica de esa discusiĂłn.
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Porque el mundo se rompiĂł hace 50 años. Fijense, en aquellos años la realidad que habĂa que mejorar era la de un Estado de Bienestar y un capitalismo productivo. En la dĂ©cada del 70, con esa generaciĂłn diezmada en Argentina, con esos debates que fueron tan efervescentes como trágicos en sus consecuencia por la acciĂłn de los genocidas, se discutĂa cĂłmo pasar de un capitalismo productivo a un sistema social mucho más solidario. Con razĂłn o no, equivocados o no, ese era el tema. Hoy, en cambio, estamos marcando como utopĂa volver a un capitalismo productivo. Hoy estamos discutiendo si el trabajo existe o no existe, porque hay un sector del trabajo que directamente es excluido y está condenado. ÂżY esto por quĂ©? Porque el mundo se rompiĂł hace 50 años. Hubo decididamente una ofensiva neoliberal de sistema financiero que sigue siendo hegemĂłnico.Â
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Y este mundo que se rompiĂł en tĂ©rminos econĂłmicos y productivos generĂł profundas huellas en materia social y cultural. Muchas veces, en Argentina escuchamos que hace 80 años gobierna el peronismo y por eso estamos como estamos. En realidad, lo que gobierna es el neoliberalismo, y el peronismo surgiĂł como respuesta. Es un proceso que se inicia desde los 70, cuando Nixon rompe con el patrĂłn oro como respaldo al dĂłlar -entre muchas otras cuestiones- inaugurando una economĂa cada vez más ficticia y volcada al sistema financiero. Es una hegemonĂa neoliberal a nivel mundial que domina en Argentina tambiĂ©n. Pudo ser levemente contrarrestada en algunos momentos, como en la recuperaciĂłn de la democracia, con algunos amigos de buena fe que no pasaron a mayores, y más sĂłlidamente en los doce años de Nestor Y Cristina. Pero tenemos que hacer la cuenta:nos tiraron a un pozo, donde estuvimos entre el 72 y el 2003 -sin menospreciar a los compañeros que por ahĂ les tocĂł tener responsabilidades ejecutivas en un medio hostil, pero no hubo capacidad de generar una respuesta sĂłlida-; empezamos a salir durante doce años; de repente vienen cuatro años donde nos pegan una patada para abajo, y cuando queremos volver a levantar se viene una pandemia.Â
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Es una realidad compleja la que debemos enfrentar, pero creo que la Ăşnica salida es poder estabilizar en el tiempo polĂticas que tiendan a un mayor nivel de integraciĂłn. Para eso es fundamental que volvamos a tener un capitalismo de carácter productivo que nos permita recuperar el trabajo y el empleo, porque el trabajo es, para nosotros, la polĂtica social y vertebradora por excelencia. Me parece que esa es la discusiĂłn que hoy estamos poniendo en Argentina.
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Con todas las tensiones que hoy pueden darse dentro del movimiento nacional, sabemos que la salida pasa por ahĂ. La salida no va a venir de aquellos que permanentemente defendieron y ejecutaron las más agresivas polĂticas neoliberales entre 2015 y 2019.Â
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Nos jugamos mucho a futuro, y hay que recuperar la idea de la amistad social y la fraternidad como un valor capaz de ensamblar y coordinar esa tensiĂłn natural entre libertad e igualdad. No es una cuenta matemática o una ecuaciĂłn: hasta acá la libertad y hasta acá la igualdad. Es una tensiĂłn dinámica, como la que se da entre el individuo y la comunidad.. Y eso requiere siempre una mirada indulgente, llena de misericordia y de amor. En definitiva, nos falta fe porque nos falta más amor, nos falta el equilibrio de la mente que es el corazĂłn. Si le damos todo el control a la mente las respuestas van a ser más frĂas, más vinculadas al cálculo. Y la mente siempre cae presa de esa inseguridad de decir “ganĂ© o perdĂ“, mientras el corazĂłn es mucho más abarcativo y se hace cargo de los problemas, dando una respuesta mucho más sensible. Y creo que el desafĂo que tenemos es especial. CĂłmo tenemos una polĂtica mucho más sensible y cĂłmo defendemos una doctrina integre al conjunto de la sociedad, que en Argentina eso se llama justicialismo.
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A partir de esta actualizaciĂłn de la doctrina de un carácter ya espiritual e internacional que nos da una figura tan fuerte como Francisco tenemos que poder hacernos fuertes en esa defensa y pensar que lo que se juega en Argentina es poder sostener una praxis y una doctrina polĂtica que piense en el conjunto de la sociedad. No solamente en los más humildes y trabajadores, sino en una comunidad organizada que integra a todos los sectores.Â
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Está claro que la pelea tiene un margen de incertidumbre hacia al futuro, y los datos de la realidad reciente nos muestran que debemos enderezar muchas cosas. Pero estoy absolutamente convencido de que las vamos a poder resolver. Tenemos el sujeto, que es el militante, el creyente, que tiene fe en que las cosas pueden ser mejores. Tenemos el método, que es la forma en la cual nos organizamos. Tenemos la doctrina, el justicialismo Creo que sà nosotros recuperamos en esos tres niveles la claridad, podemos decir que a la luz del futuro y de las nuevas generaciones el justicialismo, el peronismo, las ideas de fraternidad, no se van a imponer sino que el convencimiento, el predicamento del conjunto de nuestro pueblo verá que esa es la mejor alternativa para vivir una vida en paz, avanzando hacia un futuro de mayor virtud, de mayor integridad, de mayor integración, de mayor fraternidad.