Sin embargo, permanece abierto el interrogante, que no es obvio en absoluto: ¿cómo es posible dar una solución tangible a los millones de pobres que a menudo sólo encuentran indiferencia, o incluso fastidio, como respuesta? ¿Qué camino de justicia es necesario recorrer para que se superen las desigualdades sociales y se restablezca la dignidad humana, tantas veces pisoteada? Un estilo de vida individualista es cómplice en la generación de pobreza, y a menudo descarga sobre los pobres toda la responsabilidad de su condición. Sin embargo, la pobreza no es fruto del destino sino consecuencia del egoísmo. Por lo tanto, es decisivo dar vida a procesos de desarrollo en los que se valoren las capacidades de todos, para que la complementariedad de las competencias y la diversidad de las funciones den lugar a un recurso común de participación.
Francisco, Mensaje para la V Jornada Mundial de los pobres 2021
Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su primera misericordia». Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo» (Flp 2,5). Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia (…) Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres (…) Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro considerándolo como uno consigo. Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe”.
Francisco, Evangelii Gaudium, 198-199
I. LAS RESONANCIAS
1. UNA CENTRALIDAD
La cuestión de los pobres y la pobreza es central en el pensamiento de Francisco y en el tono y acento propio de su papado. Ya desde su nombre y la explicación que él mismo dio sobre por qué lo eligió: “por los pobres”. De su “puesta en línea” con el santo de Asís se pueden deducir luego otras implicancias y resonancias, como efectivamente lo son la alegría, la ecología y la fraternidad universal, expresadas sistemáticamente en sus documentos y vinculadas con esta figura inspiradora. Pero el nombre Francesco es sobre todo el recuerdo de una relación particular, histórica y espiritual con los pobres y la pobreza.
Como Papa de América Latina, el vínculo con la opción preferencial por los pobres propia de la pastoral, la teología y la historia de la Iglesia latinoamericana alimenta y explica esta impronta de su discurso y preocupaciones.
2- Críticas y riesgos
Junto con esta centralidad y sus explicaciones, cuando se habla de Francisco y la pobreza aparecen también una crítica externa y un riesgo interno. La crítica es la acusación que habitualmente se ha denominado como “pobrismo”. Al Papa se lo acusa de “pobrista”, señalamiento emparentado con el de “populista”. Esto tiene historias largas y cortas en los debates sobre las posiciones de la Iglesia frente a la pobreza, el sufrimiento y la injusticia. Pero puntualmente a Francisco se lo acusa de enaltecer la pobreza en términos propiamente “populistas”. Si históricamente a la Iglesia se la cuestiona por estabilizar, cristalizar o justificar la situación o el sufrimiento de los pobres, en el caso de Francisco se señala una actitud demagógica y de tener una posición a la que se identifica con los populismos, especialmente los latinoamericanos y, claro, a lo que ese epíteto supone en Argentina.
Vale la pena desmenuzar esta acusación, en tanto permite identificar el núcleo incómodo, acaso contrahegemónico, más profundo de su mensaje. Porque además se presenta de manera tal que incluso cuestiona o tensa a los paradigmas más “progresistas”. Porque los planteos de Francisco respecto a la pobreza no solo discuten con la teología de la prosperidad-capitalista, de acento protestante y modulaciones neoconservadoras, presentes de manera particular en ciertas formas de pentecostalismo. También chocan con el funcionamiento del mito del progreso, del desarrollo como vía de salvación o incluso con algunos aspectos y formatos del ascenso social como promesa legítima.
Traer al centro de la Iglesia universal la pobreza pero sobre todo a los pobres mismos es el gesto más escandaloso y quizás más evangélico del magisterio de Francisco. Allí radican la distancia y la complejidad más difíciles de digerir de su mensaje, visto desde las constelaciones de la cultura contemporánea y del paradigma mismo que alimenta no sólo las derechas y las elites, sino también a una parte importante de las lógicas que se le oponen.
En esta incomprensión está el riesgo, porque esta radicalidad de Francisco no es fácil de aprehender ni de co-responder, por dos cosas. Porque va a fondo, pero también porque él mismo no necesariamente cierra las brechas para que no sea malinterpretada.
3. EL DIFERENCIAL
Entre la centralidad y los riesgos, es necesario partir de la especificidad y el diferencial propio de la noción de “pobres y pobreza” en el lenguaje cristiano, que si bien se encarna o se articula con la noción más histórica, política o cultural de “pobreza”, tiene sus propias características, significados e implicancias. En el cristianismo, en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, la idea de pobres no es exactamente la misma que la que se puede encontrar en la lucha de clases, el socialismo, en el capitalismo, las ciencias sociales, en la socialdemocracia y el estado de bienestar, en el justicialismo o en cualquier corriente filosófica, sociológica, ideológica o política. Tiene su propia consistencia. Por eso es clave advertir, admitir y acercarse a ese diferencial y saber que puede ser tan fecundo como contradictorio, incómodo y ambiguo respecto de otras nociones y valoraciones de los pobres y de la pobreza.
Ya desde los evangelios mismos: desde el “Felices los pobres” de las bienaventuranzas hasta el desconcertante “a los pobres los tendrán siempre”. Pasando dos mil años de espiritualidades y movimientos, esto lleva y llega en los siglos XIX y XX a la Doctrina Social de la Iglesia, a las opciones pastorales y teológicas propias de América Latina, se expresa en el Concilio Vaticano II y, finalmente, aparece ahora en las propuestas de Francisco.
Por eso es bueno trabajar las contradicciones, las ambigüedades y los ruidos que puedan aparecer cuando se escucha al Papa hablar de los pobres y la pobreza desde una práctica militante, y no necesariamente corregirlas. Esa tensión hay que mantenerla, y en todo caso aprovecharla para pensar.
4. Pueblo, Pueblo de Dios, pobres
En el pensamiento de Francisco el pueblo, el pueblo de Dios y los pobres, son categorías o denominaciones que se alternan y se concatenan. Son sucesivas, intercambiables, reemplazables una con otra. Francisco usa alternativamente “pueblo” o “pueblo de Dios”, nombrando a la Iglesia pero abriendo la cuestión que trata con estos sustantivos más allá de las estructuras eclesiales. Lo mismo pasa con “los pobres” alternando entre la matriz más social de su significado, una más pastoral y también el concepto más teológico. En todo caso, hay un ancla para esta oscilación, que son los pobres concretos que podemos – o no- tocar. Los que interpelan de algún modo sin mediación conceptual. Sobre el “enganche” – la articulación- de el término pobres con el de pueblo ya hemos dicho bastante en #FF, señalando que presenta un movimiento similar, que es un ejercicio argumentativo y un juego que invita a abrir el campo de la acción – pastoral, social, personal y colectiva.
5. LA LIBERTAD EVANGÉLICA Y “EL RESTO”
Hay dos modulaciones del lugar de la pobreza en el pensamiento de Francisco, que recogen de una manera a la vez situada, encarnada en la tradición y nueva una cuestión clásica de este tema en el cristianismo.
Por un lado, la vinculación entre la pobreza y la libertad de espíritu. De ahí vienen los largos debates y sus utilizaciones deshistorizantes, sobre “los pobres de espíritu”, esquivando el tema de la injusticia. Esta fórmula ha funcionado para justificar la pobreza económica y la opresión. Pero su significado más preciso tiene que ver con la idea de que desasirse de los bienes terrenales da una libertad que los ricos no tienen. Este sentido de fondo, a la vez , tiene hoy derivas new age en la cultura contemporánea que recomienda “soltar” aquello que perturba el equilibrio o la armonía personal.
Sin embargo, la pobreza de espíritu conecta en lo profundo con el disciplinamiento del ego y la excesiva autorreferencia, invita a abrirse al otro, y en especial al que padece, al pobre. De esa libertad nace el gesto misericordioso. Por ese lado va el punto de llegada y el eje del pensamiento de Francisco que articula pobres, pobreza y acción.
Y el otro sentido, presente ya en la tradición judía y recogido como una de las fuentes de identidad del cristianismo es el de los pobres de Israel – en hebreo los anawim- los más olvidados, como una porción de pueblo que guarda su semilla de fecundidad, su fidelidad, su lealtad, su alianza con Dios. Según la interpretación bíblica, en ellos permanece latente la posibilidad de la regeneración colectiva y renovación espiritual de todo el pueblo. Los pobres son el resto que puede renovar al conjunto idea que de algún modo el mismo Marx toma al definir el proletariado que, despojado de todo, puede por eso mismo ser el sujeto de la revolución.
La prédica, la pastoral y por esa vía “la política” de Francisco, se alimenta del modo en que la teología del pueblo , llamada también teología de la cultura o teología del pueblo, aborda esta cuestión.
Pero la articula en un modo propio, en un movimiento específico, en una escala universal y en una estrategia que tiene su propia originalidad.
Esa originalidad, que más que novedad es capacidad original, o sea de dar origen es la que, en medio de la escena actual , junta la libertad de espíritu que permite hacer el gesto que destraba la parálisis con un llamado a los pobres de las periferias y los descartados de cada lugar y del mundo todo a tomar protagonismo en la vida de la Iglesia, en la historia actual y en la regeneración misma de la tierra como casa común.
Ahí, en el gesto y el despliegue hay que ver el punto de inserción de lo que Francisco trae de la tradición y la experiencia con el mudo que vivimos y con lo que podemos hacer.
6. PERIFERIA Y DESCARTE
La noción de pobreza en Francisco referencia a las periferias geográficas, sociales y existenciales. Por otro lado, está expresada por la descripción-denuncia de una realidad que es a la vez una dinámica y aun una posición lógica de la cultura contemporánea del capitalismo: el descarte.
Periferia y descarte son dos nociones en Francisco que aparecen en diálogo con la cuestión de la pobreza. Y como su expresión situada.
Y acá se engancha con todo su énfasis con la misericordia y el cuidado, por un lado – como actitudes prácticas- pero también especialmente con la interpelación y la convocatoria a los movimientos sociales.
Vale detenerse en esto. A los hombres y mujeres de los movimientos populares los llama “poetas sociales”: la posibilidad de que los pobres se vuelvan protagonistas, y por lo tanto productores, de sueños grandes, de un nuevo mundo, de una nueva socialidad, de una nueva fraternidad, y también de una nueva economía y de una nueva democracia.
En esta serie hay que leer las diferentes conjunciones que resultan, en el mundo pero especialmente en Argentina, del vínculo de los movimientos populares con la figura de Francisco.
7. MATRIZ LOCAL-UNIVERSAL DE LA IDEA DE PUEBLO
Francisco habla de pobres desde una sede y una matriz local-universal. En la idea de Francisco sobre la pobreza están los pobres que él ha conocido en América Latina, en Argentina y en Buenos Aires, con toda su historia social y política: el peronismo, la teología de la cultura, los curas villeros, los movimientos sociales. También las pastorales propias de esta parte del mundo: desde Medellín a Aparecida, o de la compleja historia de la Iglesia argentina, incluida la de los años donde el fue protagonista.
Esto conjugado con una mirada universal y global sobre la cuestión de los pobres, que no sólo convoca a los movimientos populares de todo el mundo, sino que tiene en cuenta todas las periferias y dentro de ellas,en particular la que representan los migrantes.
El migrante como figura del pobre pero también del paria, del que es tan pobre que ha perdido la patria. Ahí la triple cuestión que se plantea sería: pobreza económica-exclusión y descarte-pertenencia . Y esa pobreza tan particular y tan sintomática del mundo contemporáneo que es la de los “sin ciudadanía” o “sin patria”. Por eso su gesto inicial a la isla de Lampedusa, donde llegan los náufragos migrantes. En el corazón del Mediterráneo y de Europa que es también el origen tanto del cristianismo como del capitalismo. En la misma línea hay que interpretar la presencia de los indígenas de la Amazonía en San Pedro o sus encuentros con los sin techo que duermen en la misma columnata del Vaticano.
Así Francisco habla de los pobres como los que ya son el pueblo desde su vida,cultura,pertenencia y a veces organización, pero a la vez desde su exclusión y marginación. Y a la vez habla de pueblo y de “pueblos”, en plural.
Esta dimensión universal se completa con el llamado, la invitación y la exigencia, para todos, a la acogida y el encuentro, al compartir y al estar firmes y con ternura junto a los pobres-pueblo. Como un deber moral pero también como condición de supervivencia de todos.
II. LA POSIBILIDAD DEL GESTO Y EL DESEO DE SER PUEBLO
El gesto del samaritano que levanta al caído es el aleph que propone Fracisco para desencadenar un recomienzo. El gesto de levantar al caído allí donde lo encontremos, desviándonos de nuestro propio camino y aun cuando seamos, como el propio samaritano, seamos nosotros mismos forasteros o despreciados.
Allí la pobreza no es un dato y los pobres no son un actor preestablecido, sino una especie de causa-efecto de performatividad del gesto solidario. Ese expresa y a la vez alimenta la cultura del encuentro en acción, del combate del descarte en la práctica, que es encontrarse con los pobres, reconocerse pobre, para desde ahí tener otro punto de partida. Recomenzar desde el abrazo en términos literales, prácticos, gestuales. Sólo después entender esta “unidad básica” de la transformación como metáfora y metonimia, como plano y a la vez ladrillo elemental de lo que puede permitirnos una reconstrucción.
Es la inflexión que hace de bisagra entre una posibilidad absoluta y una ausencia que late y llama. Es la posibilidad del gesto de acercarse, de encontrarse y de curar las heridas (Fratelli Tutti 77) que se plasma ahí mismo donde “sólo falta el deseo puro y gratuito de ser pueblo (idem), y así plasmar un sueño “como caminantes de la misma carne humana” (Fratelli Tutti, 8)
Y por último, un gesto a otro nivel : proponer una “Jornada Mundial de los pobres”, cuyo documento de orientación y animación de este año acaba de aparecer. En las liturgias, en las festividades, en las secuencias cíclicas de lo que se recuerda en la Iglesia Católica, se propone esta jornada, un día, un tiempo, una detención y una fiesta. Jornada que no es “de o sobre la pobreza” sino de los pobres mismos.
III. LAS IMPLICANCIAs
7. EN SALIDA ES “HACIA EL PUEBLO”
La fecha que propone Francisco a la Iglesia es para tomar a los pobres, no sólo ni tanto como lugar de una hermenéutica del Evangelio, sino como vía de salida de la crisis de la Iglesia y de las amenazas que se ciernen sobre la humanidad y hasta la tierra misma. “¿Qué es poner en salida a la Iglesia? Es salir del clericalismo. Es salida de la sacristía. Es salida de los lugares comunes, de las inercias institucionales que viene arrastrando. Pero sobre todo, y fundamentalmente, es una salida hacia las periferias, lo que en Francisco señala la dirección de la salida hacia los pobres.
Por eso, la Jornada Mundial de los Pobres no va sólo hacia un lugar hermenéutico, con la misión de “desde los pobres conocer a Dios”. Va hacia ese lugar, pero también más allá. Y más acá también, a los pobres concretos. Desde ahí invita a pensar el futuro de la Iglesia. Y cuando Francisco dice Iglesia, piensa también en el futuro del pueblo. El obispo auxiliar de Buenos Aires y cura villero Gustavo Carrara decía que no hay que pensar la indicación de Francisco de ir hacia las periferias como llamado a ir hacia los pobres, sino como punto de recomienzo para emprender desde allí, con los pobres, una ofensiva hacia el centro.
6. GRITO DE LA TIERRA, GRITO DE LOS POBRES
Esto se conecta con otro apotegma de Francisco, central en Laudato Si’: “Grito de la tierra, grito de los pobres”. El grito de los pobres es la advertencia concreta y dramática, una alarma urgente, respecto al modelo vigente, al estado de situación del desarrollo científico, tecnológico y productivo del capitalismo en esta fase histórica. Es un grito que advierte al paradigma tecno burocrático que se pasó de rosca. Siguió avanzando con su propia inercia, y no pudo mirar en el espejo retrovisor a quiénes iban quedando atrás.
Francisco identifica -sobre todo en la Jornada Mundial de los Pobres- que el problema actual de la humanidad no es la escasez de riqueza (un planteo clásico de la economía liberal) sino la abundancia. Y la concentración de esa abundancia socialmente producida. Es un punto donde el nombre de Francisco trabaja como representante, como signo, como ícono, de esta crisis civilizatoria. Al elegir su nombre, Francisco quiso poner en escena y recordar al capitalismo, al centro, que en la deriva moderna hacia las capacidades productivas y el desarrollo científico, quedó atrás gran parte de la humanidad.
5. POBRISMO, CONSUMO Y NUEVOS HORIZONTES DE FELICIDAD
En el núcleo de las críticas que califican a Francisco de “pobrista” hay algo que conecta con la raíz de esta advertencia. Francisco plantea la necesidad de revisar los umbrales de expectativa de consumo. No es posible que sigamos construyendo horizontes de abundancia ficticios y satisfacción ilimitada que se revientan en un muro evidente de insostenibilidad ambiental e inviabilidad social. La mención permanente, casi como un machaque, de la crisis migratoria en Europa y Norteamérica es el modo en que Francisco señala la falacia e inconducencia del mito neoliberal de trayectorias vitales abiertas a la posibilidad de acceder a las luces y brillos del “primer mundo”. A través de sus aparatos ideológicos de mercado, el centro marca el umbral universal de las aspiraciones de consumo. Hollywood, la Champions League o la cultura instagram, son todos ellos referencias culturales y pautas de consumo que operan sobre el deseo de las mayorías y marcan el lugar de llegada. Francisco pincha la burbuja y advierte a la humanidad que esos son los umbrales de expectativa que tienen que ser reformulados. Discute con los paradigmas de felicidad y de alegría que se piensan, y propone otros.
Cuando se habla de la cuestión ambiental en el pensamiento de Francisco, esta advertencia sobre la riqueza y los umbrales de consumo es muchas veces ignorada. Se toman otras dimensiones. Se hace hincapié en el cuidado del planeta, pero no en el warning, en la advertencia. Y en el punto en el cual las crisis ambientales son producto de un estado de saturación del sistema, el paradigma parece encontrar sólo dos formas de resolverse. La destrucción ambiental, o la eliminación de quienes no participan del goce, reservado para unos pocos.
4. TASA DE CRECIMIENTO Y MAYORÍAS
En la Carta Ambientalista del 73, Juan Domingo Perón planteaba la necesidad de reconsiderar la tasa de crecimiento de la economía global. ¿Que implica esto? En Un hombre de palabra, el documental de Wim Wenders sobre Francisco, hay una escena en la que habla ante la curia romana y dice: “Todos tenemos que ser un poco más pobres”. Para el capitalismo, incluso para los sectores más progresistas, ser un poco más pobres funciona como una bomba de profundidad del sistema y su lógica. Este planteo toca uno de los límites más fuertes -el riesgo del que hablábamos- porque obliga a pensar otras formas de riqueza que no estén completamente emparentadas con la propiedad, el goce inmediato, y sobre todo, con el despilfarro.
Cuando estos planteos se ponen en términos de democracia, voluntad de las mayorías y expectativas de consumo, la tensión política se incrementa y dificulta. La democratización del consumo es una gran disputa del tiempo que nos toca, a la vez que es un pilar del programa de las fuerzas populares. Ahí hay un nudo que debemos tener presente, más aún cuando desde el neoliberalismo muchas veces se insiste en una austeridad en nombre de la salud fiscal y responsabilidad individual, que solo busca disimular una transferencia de recursos del pueblo hacia las élites.
3. PANDEMIA Y POBREZA
El mensaje de Francisco para la V Jornada Mundial de los Pobres señala la gravedad del escenario que deja planteado la pandemia. Los índices a nivel global, regional y local, marcan un serio crecimiento de la pobreza. Se destruyó el empleo y se concentró la riqueza. Tenemos por delante un tiempo de precarización y privación exasperante para una inmensa parte de la población.
Todo indica que la post pandemia no promete un rebote inmediato de la economía, sino que la tendencia indica que costará tiempo revertir la situación. Es necesario saber lo que viene por delante. Pero una de las mayores preocupaciones es que donde más se exacerbaron estos índices es entre niños, niñas, jóvenes y adolescentes. Aquí está la dimensión más compleja y alarmante de cara al futuro.
Efectivamente, la población joven es la que más dificultades encuentra para incorporarse a los frutos de la riqueza socialmente producidas. A esto se suman los consumos problemáticos, las sustancias y el tema de la droga en los pobres. No es un tema necesariamente de la pobreza, pero su impacto se da allí con otra nocividad y profundidad.
Este panorama socava también las instituciones democráticas y la representación política. Se necesitan respuesta urgentes y efectivas que reviertan la tendencia. De no ser así, la demanda de que aparezca algo que dé respuesta concreta a esto que se vuelve exasperante, puede tomar cursos inesperados y peligrosos. Hay que actuar ahora.
2. DE LA LIMOSNA A LA FRATERNIDAD
Francisco insiste en no ir hacia los pobres desde una lógica de limosna. Tampoco desde la actitud oengeísta. De ahí no espera ninguna solución en tanto que lo que verdaderamente se debe reconfigurar es el modo en el cual se tejen las alianzas, los encuentros, y, sobre todo, cómo se piensa y se vive lo común.
Por eso no se trata simplemente de una lógica de la inclusión, sino de reformular el tablero y el modo en el cual se aborda el tema de la pobreza. Francisco insiste con una fraternidad que permita construir puentes con esas periferias sociales, geográficas y existenciales para desde allí recrear, reformular, barajar y dar de vuelta, sea en el plano económico, político, comunicacional y cultural.
Hay un refrán tan absurdo como recurrente que habla del dilema entre “dar el pescado o enseñar a pescar”. Y ahí, una vez más, vemos en el centro la figura del buen samaritano. El samaritano se encuentra con el caído y no le da ni el pescado ni el saber de la pesca. El samaritano lo levanta. Rompe el dilema por la vía de patear el tablero y hacer otra cosa. Es una pista.
1. LA JORNADA MUNDIAL DE CADA POBRE
La jornada mundial que convoca Francisco no es de la pobreza. Tampoco contra la pobreza. Es la Jornada Mundial de los Pobres. De las personas, de los actores, de los sujetos que viven. Y hay un llamado, una invitación, que no sólo es a leer el documento, sino a tomar la “jornada” en su sentido más literal. Es una invitación a pensar cómo es la jornada de los pobres cada día, en todo el mundo. La jornada del que se levanta pensando qué va a comer, cómo va a ganarse el mango de ese día. Es algo muy situado, muy encarnacional, y muy centrado en el llamado a la contemplación, a la denuncia y a la acción. En el sentido de, encontrándonos, como el samaritano con esa realidad a la vera del camino, no permanecer impávidos. Contar con esos hombres y mujeres, que se levantan cada día, en cada jornada, y salen diariamente a recomenzar.