“No lo perdimos sino que lo ganamos. Lo agrandamos y lo hicimos de todos. Ahora es bandera, huella, memoria y camino”, nos dicen desde Villa Palito, juntos en la oficina parroquial del P. Bachi. A pocos días de su muerte, luego de luchar contra el COVID durante semanas acompañado por la oración de la familia grande que construyó, sus compañeros de camino lo recuerdan. El tano y Dani, dos curas de generaciones e historias diferentes unidos por la fuerza, el dolor y el amor de su gente.
#FF – Sabemos que es un momento delicado y de mucho dolor. La situación social, la pandemia en las barriadas y recientemente el fallecimiento del Padre Bachi Por eso queremos empezar con una pregunta simple: ¿Cómo están ustedes?
DANIEL ECHEVERRÍA – Venimos de diez semanas con una mística muy particular, poniendo toda la fuerza en que el Gordo tenía que salir adelante, siempre poniendo esa energía para acompañarlo, a darle ánimo, fuerza y aliento. Si bien entre las alternativas estaba la muerte, el sábado, todavía amaneciendo, nos cayó la noticia. En este momento les hablamos desde la casa del Gordo. Estamos acá ambos en su despacho parroquial de Villa Palito. Sabíamos que dentro de La Matanza lo querían un montón, pero lo que pasó las últimas semanas superó los límites de esta parroquia. Apareció un montón de otra gente que se sumó a la movida. Personalmente, fueron semanas donde fuimos descubriendo que el Gordo supera los límites nuestros Los eclesiales y los barriales.
PADRE TANO – Como dice Dani, luchamos mucho y su muerte fue una flor de piña. Estamos con mucho dolor, por un lado, pero también con la certeza de que Bachi hoy es pueblo. Bachi es una bandera, es huella, es un camino. Cuando trato de hacer memoria de su vida hay muchas cosas que rescato. Fue parido en una familia que viene de Villarrica, Paraguay, dejando todo, tierra, casa, familia, buscando lo mejor para sus hijos, y cuando llega a una villa de la Capital son erradicados, los tiran afuera, y vienen a vivir a La Matanza. A los diez años empezó a caminar por este barrio, y nunca renegó del lugar de dónde salió. Siempre vivió en su vínculo y en su fe la lengua materna. Era un hombre bien verdadero, bien honesto, bien parido desde lo popular. Nunca perdió. En eso de que nadie es profeta en su propia tierra, Bachi desdice a la Biblia. Es el primer cura párroco de este lugar, es quien levanta la parroquia, el templo, y quien se mete de lleno en una de las agendas más propias de los curas villeros: la urbanización y la integración de los barrios populares. Construir la casa de Dios pero también la de los hombres. Como sacerdote llevó adelante un ministerio netamente sacerdotal, bautizando pero llevando el agua potable, dando comunión pero realizando comedores, dando la misa pero organizando la comunidad para salir adelante.
#FF – Una figura de acción y de inspiración, de esas que la muerte pone, con dolor, a brillar para todos.
P.T. – Siempre lo ví a Bachi como encarnando al buen samaritano. Justo ayer, en la misa, recordamos las palabras del Papa Franciso cuando dice que la cuestión no pasa sólo por darle de comer al que tiene hambre y de beber al que tiene sed. La cuestión está en pensar que el que tiene hambre y sed, o el que está enfermo o preso, tiene la dignidad y el valor para ser invitado a mi casa, sentarse en mi propia mesa y hacerse mi familia. Eso es lo que hizo Bachi, y fue muy lindo ver cómo se gestó.
Cuando uno ve la escena del buen samaritano, el samaritano se sorprende. Encuentra un hombre moribundo tendido en el camino y no sabe lo que va a hacer, no sabe a dónde lo va a llevar, no sabe ni quien es. Pero lo que sabe es que se quiere hacer cargo. Entonces lo carga sobre sus hombros y empieza a caminar. Bachi hizo algo de eso. Dejó una obra grande, hecha de cosas físicas- puertas, casas, techos- pero fundamentalmente lo que hizo fue meter a los pibes más rotos en su vida, hacerles lugar y caminar. Es muy lindo, porque es la misma sorpresa que se ve en el Evangelio donde dice “vengan, benditos de mi padre”, la sorpresa del que está roto y se da cuenta que tiene una bendición de bien para su vida. Estos últimos días sentí mucho consuelo y la certeza de que a Bachi no lo perdimos sino que lo ganamos. Lo agrandamos y lo hicimos de todos. Ahora es bandera, huella, memoria y camino.
Creo que sus restos tienen que descansar acá en su barrio, y Villa Palito llevar su nombre. Para su ordenación sacerdotal Bachi había elegido una frase de Carlos Mugica, “padre, sueño con morir por ellos, llévame a vivir para ellos”. Y es muy lindo que Dios le haya dado la gracia de encarnarlo, porque vivió para los más pobres y murió poniendo el cuerpo en su ley de buen samaritano, saliendo al cruce en este momento crítico. Lo que uno ve cuando mira la vida Bachi es un cura sacando pibes de la droga, organizando un barrio, organizando una comunidad. Por eso creo que es un “santo de la puerta de al lado”. Realmente hay que custodiar su bendición.
#FF – Planteamos desde #FactorFrancisco que en nuestra tradición, la palabra Dios y la palabra pueblo son reversibles. En el caso de Bachi, pareciera que no es tanto el encuentro de un cura con el pueblo, sino que es el pueblo, Bachi, como cura. Junto al pueblo. Un origen que lo transparenta y lo desborda. ¿Cómo lo está viviendo la gente del barrio?
D.E. – Cuando el tema de la pandemia empezó a ponerse feo Bachi nos decía que acá no iba a llegar, que su barrio iba a zafar de esta. Siempre llevamos esa suerte de certeza de que Dios a nosotros nos cuida y nos preserva de estas cosas. Después, cuando lo internaron, repitió una y otra vez “hay que rezar mucho, hay que rezar mucho”. Esa es otra certeza. La oración tiene una fuerza magnífica y quizás hasta un poco mágica. Pero a pesar de la dolorosa noticia de que nuestra certeza no la habíamos conseguido, no siento que estemos viviendo una experiencia de derrota. No veo una comunidad abatida y desolada. Lo que se vivencia es una comunidad con un dolor muy profundo, pero que está de pie. Hay consolación y hay una capacidad muy grande para sostenernos. Si bien uno podía percibir una sensación de orfandad la cosa es esta: somos huérfanos y huérfanas, pero no guachos. Lo que se busca es abrazarse pero para consolar y ser consolados. Eso es lo propio del abrazo. Si te abrazo, nos contenemos los dos. Y me parece que así es como se está viviendo esta situación dolorosa, lade Bachi y de la pandemia en general. Así como venimos levantando eso de que nadie se salva solo, tampoco vamos a salir solos de este trance de dolor por la muerte de Bachi.
P.T – Entre ver la crisis como un peligro que amenaza y una oportunidad que nos invita a crecer y a transformar, siempre elijo la segunda. Me apasiona el desafío que traen las crisis. Nosotros levantamos mucho el “nadie se salva solo” y el “estamos todos en la misma barca”. Creo que esta pandemia puso en jaque y en crisis un modo de vida que endiosa el dinero y te hace comprar un camino individualista. La vida de hoy está muy marcada por el principio “sálvese quien pueda”, muy lejos de lo más humano que tenemos, y eso nos empieza a colocar a todos en un lugar de autocrítica. Nos desafía a encontrar un modo de vivir más humano, más fraterno, más hermano, a encarar una salvación más solidaria, en donde dependemos de los otros y de la tierra.
La crisis es un desafío para hacer cambios profundos. Ya entendimos que el peor virus es la injusticia social. El Papa Francisco está una y otra vez diciendo que si volvemos a esa normalidad en la cual hay gente muriendo de hambre, sin trabajo, y destruimos la tierra, no tiene ningún sentido la crisis. Por eso creo que la crisis es una escuela de vida que nos desafía a buscar esas transformaciones que tenemos que hacer de fondo, no de maquillaje ni de apariencia. Para mí es un momento apasionado. Creo que Dios nos pone en un momento de la historia a cada uno con una misión y una tarea, y que descubriendo esa tarea y ese desafío encontramos la felicidad y la razón por la cual vivir y dar la vida.
#FF – Hay un gran contraste entre gente como ustedes que luchan en la trinchera, sosteniendo los comedores, atravesando el dolor de los seres queridos que se pierden, y esa otra parte de la sociedad que quizás se vio escenificada el 17A, pero que de alguna manera encarnan un veneno que está siendo permanentemente inyectado en la sociedad. ¿Qué se hace con ese veneno?¿Cómo se lo tramita?
D.E. – Aceptando y reconociendo que hay muchísimos matices entre esa gente. Pero si uno lo quiere resumir vemos que al “nadie se salva solo” se le contrapone el “sálvese quien pueda”. Lo del Obelisco es una expresión de eso. Está la invitación a que salgamos y nos contagiemos todos, y se sana el que se sana y se cura el que se cura. Es la contraparte de esta otra propuesta que nace de abajo y del pueblo, donde vivimos necesitados unos de otros, somos interdependientes, y sin el otro no salimos. Igual, como digo, siento que esto es mirarlo desde extremos que son un poco caricaturas. La realidad es más plural, y estas actitudes también las tenemos todos adentro, y las tenemos cerca también en los barrios.
P.T.- El Papa lo dice todo el tiempo. El camino tienen que ser los puentes, no los muros. Estoy convencido de que la salida es vivir de un modo más humano y más fraterno. Tiene que ver con el compartir. Pero al mismo tiempo hay que luchar por la justicia. Esa no es una lección que se pueda o no se pueda hacer. Es una obligación del Evangelio que el que la está pasando mal tenga justicia y tenga todo lo que tenga que tener. A veces veo muy cerca esa caricatura que señala Dani, en espacios y grupos de personas que dicen luchar por los más pobres pero en realidad pelean por otros intereses. A veces la Argentina queda peleando entre caricaturas que son entre ricos contra ricos, entre intereses contra intereses, pero a los pobres, en realidad, no les interesa a ninguna de las dos partes. A veces tengo ese aire de desilusión. Los que somos más utópicos nos terminamos chocando con la desilusión por querer algo más puro, más idealista. Creo que también, dentro de la Iglesia, tenemos que hacer la autocrítica. Si hay tierra, la tierra es de Dios y está para compartirla. A mi no me hace el menor ruido ir a buscar la tierra para alguien que necesita un techo. Voy a buscarla a donde esté y me parece contraevangélico no hacerlo. Pero hay veces que quiero tomar las tierras de la Iglesia, para adentro, porque uno ve tantos lugares cerrados, en desuso, y eso es contradictorio con nuestros valores. No está tan lejos la caricatura.
#FF – Y en un punto intermedio, ¿cómo vieron la respuesta institucional, organizativa, sea parroquial o estatal? ¿Hay un resto de comunidad organizada?
P.T. – En el pueblo lo que veo es que la gente puso de manifiesto los valores evangélicos. El pueblo nunca se guardó. Siempre salió a poner el cuerpo. La gente naturalmente, y cuidándose mucho, se acerca al comedor porque quiere ayudar, compartir con otro, acompañar al que perdió su familiar, ver que le falta al vecino que tiene COVID y la pasa mal. En estos momentos se reluce esa reserva de humanidad que tenemos los pueblos más pobres. En lo que respecta a las instituciones, en gran parte del lugar donde estamos se hace política con el Covid. Por eso te digo que lo anterior que hablamos no está tan lejos. No se mira honestamente a los más pobres. La política está por encima. En el peronismo se habla de que la patria, el movimiento y las personas van en ese orden. Pero creo que muchas veces se da vuelta la papa y queda la persona para bancar el movimiento, y se joden las personas de la patria.
D.E. – Es lamentable y cuesta creer que en una circunstancia como esta se pretenda además sacar provecho. Dentro de los grupos de Iglesia muchas veces se nos puede señalar eso de proselitistas. Sin embargo, en mi experiencia de barrio y de comunidad de base, lo que he vivido es una alianza de las distintas Iglesias. Por supuesto que la Iglesia Católica tiene una mayor capacidad de gestionar. Conseguimos más fácil los alimentos y los compartimos con otras iglesias, muchas de ellas evangélicas. Particularmente, hay una de las pastoras de mi barrio con la cual nunca habíamos generado tanta alianza como ahora. De hecho, no habíamos generado ninguna. Vivo al lado de una Iglesia con matrimonio de pastores y por años no crucé más que un saludo. Y ahora ellos están viniendo al comedor a llevar la vianda, y generamos una relación que no la teníamos. También muchas veces nosotros hemos aprovechado situaciones, pero en esta crisis no se nos puede atribuir esa mezquindad que a ciertos sectores de la política, la más barata, se les nota, en general y en nuestro distrito también.
#FF – Antes hablamos sobre los planteos del Papa. En #FactorFrancisco hemos experimentado como cuando uno profundiza en su mensaje va encontrando detrás una doctrina, un camino, una serie de principios de discernimiento que le precede y que a la vez se potencian con su lugar de liderazgo. ¿Cómo ven ese valor, esa hoja de ruta, que ha fijado Francisco para la Iglesia y un poco para todos?
D.E. – Debo confesar que me cuesta mucho hablar de Francisco. Siento que la novedad de Francisco muestra lo lejos que estábamos -porque lo seguimos estando- del Evangelio. Al principio, cuando se alababa que viajaba en subte, yo decía “¿y en qué hay que viajar?”. El escándalo es como estaban viajando los cardenales y arzobispos en la Iglesia. ¿En serio hay que aplaudir viajar en subte y colectivo? Creo que lo que pone de manifiesto Francisco es lo mal y lo lejos que estamos del Evangelio en algunos espacios eclesiásticos para que estas verdades puestas en pequeñas palabras y gestos sean tan asombrosas para muchos. Hoy por hoy, siento que para muchos sectores de la Iglesia Francisco es un espaldarazo, un sostén, un argumento de autoridad que por fin lo tenemos. Ya gozaron otros de otros pontífices. Ahora nos toca a nosotros, más allá de cuál sea la distancia que podamos tener con Jorge Mario Bergoglio.
P.T. – Creo que el Papa es una voz mundial en soledad. Está planteando un mundo más humano, más misericordioso y fraterno a nivel mundial. Es el único que levanta esa voz, que pone en crisis un modo de vivir según el Dios-Dinero. En eso él es revolucionario. A mi lo que me emociona mucho cuando escucho a Francisco es que me siento en completa sintonía con lo que estoy viviendo. Lo que estoy viviendo acá en la villa, y lo que está diciendo él en Roma está totalmente conectado. Me siento recontra identificado y representado. Creo que él nos lanzó a transitar un camino. Él habla del tiempo y del espacio, de iniciar procesos y no agotarnos en los espacios. Impulsa una Iglesia pobre para los pobres, de poner el Evangelio en el centro nuevamente y la Iglesia en salida. Y en mi vida personal Francisco influyó muchísimo. Entré al seminario en una misa con él, todo el seminario lo hice con él, me sostuvo en la villa con su apoyo, me ordenó cura, me mandó al destino a Puerta de Hierro. Realmente, a nosotros nos marcó mucho.
D.E. – Curiosamente, creo que yo soy el segundo cura que ordenó Bergoglio, cuando estaba en el Obispado de Flores, y el Tano debe ser de los últimos que ordenó antes de irse para Roma.
#FF- Y en el ancho, heterogéneo y un poco fragmentado campo de corrientes de la Iglesia comprometida con el campo popular, ¿cómo ven la recepción de Francisco? ¿Qué grado de avances, de encuentro, de intercambio se dan en un momento particular de crisis pero también, más general, de un Papa Argentino?
D.E. – Yo tengo, por mi historia, sensaciones encontradas, pero cuando logro despejar un poco y llegar a lo central, veo que en el centro están los pobres y hoy el Papa está volviendo a poner a los pobres en el centro. Ahí está lo importante. En la interna de la Iglesia hay muchos que no lo tienen claro, que a pesar de todas las críticas y diferencias que podamos tener, en el centro están los pobres. Desearía que fuera así, pero veo que nos quedamos siempre en la anécdota, en lo secundario, y no terminamos de anudar y hacer alianza en ese fondo. En otros tiempos, en algunas internas eclesiásticas, yo sentía que al final estaba ese fondo pero ahora no, y lo lamento.
P.T. – Tengo que reconocer que yo soy cien por ciento Francisco, sobretodo por la historia que me toca vivir. Tomando su frase de “la realidad por sobre la idea”, mi experiencia en la realidad fue que las villas de Buenos Aires Bergoglio las tomó con seis curas y seis capillas, y las dejó con un equipo de casi treinta curas, siete Parroquias recontra organizadas y una opción por los pobres muy clara. A los que se oponen a Francisco los veo más desde el otro lado, del de una Iglesia conservadora. Esa es la opción que me da miedo, adentro y afuera de la Iglesia. Los que rechazan a Francisco son los que rechazan a los pobres.
Estoy cortado a tijera por Pepe Di Paola y por Carrara. A mí me presentó al seminario Pepe. Estuve ocho años al lado de él, que tiene una presencia y un ánimo fuertísimo y que me marcó a fuego por su modo de ser cura y de vivir de la fe, y después viví los primeros años de ministerio con Gustavo que también, aunque con otro estilo, me identifico totalmente. En el Equipo de Curas Villeros me siento acompañado. Renuevo el misterio y las opciones todo el tiempo. Si hubo alguna diferencia, en algún momento, fue más una cosa histórica que no es de mi época. Es una cuestión de las cositas y no de la cosa. Tenemos que hacer una autocrítica, porque si realmente ponemos la realidad sobre la idea y la realidad son los más pobres, estamos en el mismo lugar.
D.E. – Me parece que estos puentes los pensamos desde las relaciones que se dan. Por eso pasa que, más allá de que el Tano sea aparte del equipo de los Curas Villeros y yo soy miembro del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres, acá en La Matanza laburamos juntos. Es más, acá hicimos nuestro mix de “curas en barriadas matanceras” , donde salvo Bachi, el Tano y yo, los demás no pertenecen a ninguna de estas banderas. Creo que muchas de estas cosas se salvan en las relaciones concretas, en ese cruce donde se supera o trascienden nuestras otras identidades.
#FF – Ustedes están permanentemente interactuando con gente comprometida desde diversas ideas y espacios. ¿Qué dirían que es lo mejor que le provee la fuente del Evangelio a la militancia política y social, a la gente comprometida y, al revés, que sienten ustedes que les viene del pueblo y la gente comprometida?
D.E. – El factor común es el amor. Nunca, como ahora, había visto tan fuerte la militancia y el compromiso social en esa clave tan básica y tan honda que es el amor. Me parece que realmente es el punto de encuentro. Así como decía que el punto de encuentro debería ser el pueblo, yo siento que el amor hoy es un nudo presente. ¡Es tan fácil encontrarse con mucha gente de todo tipo en la militancia social de este tiempo y entendernos porque el motor está siendo el amor! Hay una poesía de Mamerto Menapace que dice “Me hablarás de lucha, te hablaré de fe, y al final del día nos daremos cuenta de que en igual senda andamos tal vez. Cuando el sol se vaya y la tarde caiga, se abrirán los ojos al partir el pan.
Y entonces sabremos que por el camino nos venía arreando el Dios de la paz”. Creo que es eso. Vos me hablarás de lucha, yo te hablaré de fe, pero en el fondo nos encontramos en el amor. Y afortunadamente no lo siento como algo que debería ser, sino que está. Es una clave común donde sintonizamos fácilmente.
P.T. – Yo siento que la fe puede aportar al camino del militante un recordatorio para que no pierda las raíces del por qué se metió en política. En la fe está la primera motivación, que era transformar, amar en grande, revolucionar. También me parece que nos cuida de no corrompernos en la incoherencia o terminar transando, corriendo el eje y peleando por espacios o chapas. Francisco dice que no hay que “bajarle el precio al ejemplo”. Eso lo veo en personas que no comparten la fe. Veo al ex-presidente de Uruguay, el Pepe Mujica, y a mí, evangelicamente, me sacude. Sé que es un tipo no creyente, pero el nivel de coherencia, de nobleza, de ejemplaridad, de morir por lo que cree y siente y jugarse la vida, te pone la vara muy alta. Desde ahí que la fe tiene mucho que aportar a la política. Y creo que el encuentro se da desde lo que decía Dani. Si la Patria es el otro, la fe es dar la vida por el otro. Hay un punto de encuentro que es la entrega, compartir la vida con otros, trabajar por un mundo mejor. Ahí nos sentimos hermanos. A veces me siento más en familia y en el mismo lugar del mundo, con militantes de la política y de distintos espacios, que con algunos hermanos curas.
#FF – El día que se conoció la noticia de Bachi circuló un video, muy cortito, de él hablando sobre ese misterio del Evangelio: la muerte ha sido derrotada y no tiene la última palabra. En medio de esta pandemia que no afloja, tanta urgencia y el dolor de la pérdida de un hermano ¿De dónde se saca la fuerza y cómo se sale para adelante?
P.T. – Tengo esa sensación, que pocas veces me ha pasado con esta fuerza, de que está presente, que está vivo y con nosotros. De que tenía que ser así, de que no lo perdimos si no que lo ganamos, lo agrandamos y lo eternizamos. El día de la peregrinación con Bachi en el cajón fue muy doloroso, pero después amaneció una consolación de esa certeza. Yo se que está vivo, está con Dios, y está en medio de todo lo que hacemos, sin ninguna duda y sin dolor, te lo diría.
D.E. – Pensando acá, desde esta comunidad que animó el Gordo, siento que hay con qué, que tenemos con qué. Bachi nos dejó equipados. Siempre está la pregunta, ¿cómo vamos a hacer?, ¿y ahora cómo se sigue? Pero a los dos segundos aparece ese “tenemos con qué”. Son veintitrés años de trabajo y esfuerzo de Bachi. El Gordo manejaba una valoración muy fuerte de la familia. Para él eran muy importantes sus hermanos y sus padres, que además son vecinos de barrio. El día que lo iban a entubar, ya en la terapia, nos dijo: “lo más feliz lo viví en el altar y con ustedes”. Eso lo generó en la familia grande de la parroquia, de las comunidades, con los pibes y las pibas. Si hay familia y hay comunidades, ya hay con qué. Por eso se siente su presencia. Acá la gente habla su lenguaje. Llevo un mes diciéndole a la gente “hijo”, “hija”, y si hay algo que no tengo asimilado en mi vida es la paternidad. No me siento muy padre y sin embargo la idea de que él era un padre es muy fuerte acá y todos la sentimos. Hay hijos, hijas y hay hermanos.
Evidentemente, hay con qué. La gente tiene herramientas. Hay comunidad, hay familia. Hay pueblo.